No recuerdo con especial emoción ninguna de las corporaciones municipales que ha tenido Zaragoza en los últimos 25 años. Pero algunas, hicieron modestos intentos por cubrir el expediente. Por destacar impulsando algún proyecto ejemplar o intentando hacer más habitables nuestras calles y espacios públicos. Los resultados, a veces, eran verdaderos espantos urbanísticos o fuegos de artificio vagamente culturales. Pero, al menos, alguien intentaba hacer algo con la ciudad.

Hoy, el Ayuntamiento de Zaragoza parece un templo dedicado a la tristeza y la depresión municipal. Sin dinero, que de eso ya se encargaron las anteriores corporaciones de todo signo. Y, lo que es mucho peor, sin ideas, salvo una posible Exposición Universal y una operación Romareda de perfiles progresivamente ominosos. La ciudad yace abúlica y anonadada por el calor agosteño. Sólo animada por las rebajas (y el aire acondicionado) de los grandes almacenes y las terrazas de verano.

Se comprende que la penuria económica paralice las actividades municipales menos perentorias. Se disculpa que sólo se mantenga lo esencial: los sueldos de los funcionarios y de los electos, la recogida de basuras, el abastecimiento de agua, el alcantarillado y la clásica operación asfalto. Pero hay cosas que no dependen del dinero. El proyecto de ciudad, por ejemplo. Y las metas del actual equipo de gobierno. Parece que los destinos del municipio están ahora en manos de los contables.

¿Queda alguien más ahí?

*Periodista