Es sorprendente lo familiar que puede resultar para los españoles el ambiente que rodea la campaña para las presidenciales norteamericanas. ¿Le pasará a Bush lo que a Aznar? ¿Qué factores decidirán los resultados, la guerra o la economía? Vale la pena pararse a examinar lo que está en juego, porque las presidenciales de noviembre son tema de interés mundial. Y aunque no votemos la elección del emperador del mundo actual, nos veremos influidos por sus políticas.

Los grandes temas de la campaña son: seguridad nacional y guerra preventiva, por un lado, y economía y políticas y sociales, por otro. El orden de su influencia en la conducta de los electores no está claro. El de la seguridad frente al terrorismo es el más epidérmico. Paseando por las calles de muchas ciudades norteamericanas se encuentra uno con numerosos grupos de activistas que reparten panfletos contra Bush, y convocan a actos y manifestaciones contra su política de guerra. Las televisiones están llenas de programas y debates donde se discute la probabilidad de nuevos atentados, con imágenes del de Madrid. De los candidatos se valora especialmente su liderazgo militar y político frente al terrorismo y su capacidad de lograr una "América más segura".

Pero, a mi juicio, la corriente de fondo que puede decidir los resultados y sacar a Bush de la Casa Blanca es un cierto deslizamiento de las clases medias. Buscan políticas econó- micas que las defiendan de algunos resultados de la economía y del mercado de trabajo.

Y unas políticas sociales y culturales menos conservadoras en cuestiones como los derechos de los homosexuales y el aborto, la investigación con células madre o el uso político de la religión. La intervención en el Congreso demó- crata de Boston del hijo del último gran presidente republicano, Reagan, es indicio de ese deslizamiento.

LA ECONOMIAnorteamericana va bien. Pero no todos se benefician por igual. La política de recorte de impuestos ha beneficiado a los muy ricos. Por el contrario, la de recorte del gasto social en sanidad y enseñanza ha perjudicado a los muy pobres y a las clases medias. Por otro lado, cada día son más los que trabajando una larga jornada no pueden pagar el coste de la vida, la enseñanza de sus hijos, la hipoteca, el crédito y llegar a fin de mes.

Esto parece contradecir el importe aumento del empleo que, por fin, ha tenido lugar los primeros meses de este año. Pero, un conocido economista ha explicado la contradicción (Stephen S. Roach, More Jobs, Worse Work. The New York Times, 22 de julio). Hay más empleos, pero de peor calidad. Y muchos de esos nuevos empleos corresponden a personas con dos trabajos al día, por horas y mal pagados.

Por su parte, las empresas, presionadas por la necesidad de reducir costes, están sustituyendo los empleos nacionales de trabajadores con altos salarios por trabajadores de igual calidad pero salario más bajo en el extranjero. Esta sustitución es posible por que las nuevas tecnologías de la informática y las telecomunicaciones les permiten deslocalizar hacia otros países no sólo la fabricación de productos, sino también el empleo en servicios de alto valor añadido, como los de oficinas o técnicos, que eran la base económica de las clases medias.

La estructura de empleo y riqueza en EEUU está cambiando profundamente. El empleo crece por arriba (salarios altos) y por abajo (mal pagados), y se encoge por el centro. Dicho de otro modo, la clase media norteamericana están disminuyendo. Es una tendencia estructural con importantes efectos a largo plazo en todos los aspectos de la sociedad. Pero posiblemente va a tener efectos ya en estas elecciones.

En los meses que quedan hasta noviembre, cada día será más frecuente que se plantee la pregunta clásica de si EEUU ha mejorado o empeorado a lo largo de los últimos cuatro años. Y en el escenario que les he contado no será improbable que muchos norteamericanos de clase media añoren la prosperidad económica de los años 90. Quizá el viejo lema Es la economía, estúpido, la economía, que llevó a Clinton a derrotar a un Bush padre, victorioso en la guerra de Kuwait, vuelva a jugar un papel importante entre Kerry y Bush hijo.

Hay otros aspectos del debate electoral norteamericano familiares para los españoles. Uno de ellos es la personalidad de los candidatos. Kerry comparte algo del perfil de soso-man que se le atribuía a Zapatero. Los asesores de Bush explotan este aspecto. Pero, como ocurrió en España, es posible que muchos ciudadanos busquen un liderazgo distinto al de Bush. Un liderazgo que no provoque a los que no comparten sus ideas y sus políticas y que no polarice a la sociedad en dos bandos irreconciliables. De ahí que las presidenciales americanas tienen para algunos españoles un cierto aire de déj vu.

*Catedrático de Economía