Tiene mucho mérito seguir manteniendo viva la atención sobre una serie que cumple más de un decenios en antena. Es un milagro. Que la gente se sienta cada jueves a contemplar las miserias y grandezas de los Alcántara en Cuéntame apenas tiene parangón en la historia de la televisión.

Ahora le han pegado un giro tan brutal al argumento, que el asunto se ha convertido en un nuevo comienzo: la separación de Merche y Antonio. Todo en esa casa, en esa familia, era susceptible de crisis: la hija se largó con un cura y se hizo drogadicta, el periodista tuvo un hijo sin matrimonio, en fin, todo, menos los cuernos que ha dibujado Antonio en la frente de Merche. Era un matrimonio por encima de baches.

Ahora la rutina hizo mella y Merche siente que su cáncer de pecho ha contribuido al alejamiento de su marido. Comprendan que es muy complicado gobernar cada semana estos temas sin el peligro de pasarse de frenada. Los guionistas de Cuéntame lo han hecho con maestría; por cierto, uno de los más destacados es el aragonés Curro Royo.

Hay quien se queja (y tiene razón) de la ausencia de política en esta entrega del 82, en que el PSOE conquistó el poder. No tengo la misma impresión, no veo la serie para saber si Antonio se ha hecho socialista. La veo porque me interesa esa familia, que ya es un poco la mía. El clima político debe estar ahí pero sin agobios. Hay otros parajes donde contemplarlo, entre ellos Ochéntame, el documental que refleja aquella época.