Lo que peor llevan las autonomías es no tener competencias para espíar, para disponer de servicios secretos como dios y USA mandan. Como las películas mandan. Eso es lo peor de ser sólo nivel autonómico. Las que tienen policía se supone que habrán organizado un mínimo servicio de inteligencia, pero siempre sabe a poco. Una agencia de inteligencia, sin logotipo, sin un buen anagrama, no es nada. Hasta el GAL tuvo su logo, tan chapucero e improvisado como sus impulsores. Aparte del folclore y la hacienda --que es lo mismo--, lo que diferencia al estado matriz de sus pluralidades es que las pobrecitas no tienen espías en nómina, espías funcionarios. En otros ámbitos, como en la acción exterior, los presidents diversos se las van apañando para esquivar la rígida regulación yugulante: el que más el que menos monta una oficina, se va a Cuba, organiza un periplo medio comercial medio institucional, a veces con regañinas del estado.

Pero los espías, ay los espías. Al no tenerlos en nómina, con todas las de la ley, no pueden ser de la familia/familia. Y claro, se pierde el vínculo. Si hay algo que no se puede externalizar sin grave riesgo es la información. Para eso la miras en Google, que es más rápido. (Por cierto, si le hubiéramos dado a Google un solar, un edificio de esos que sobran, no se habría ido a Suiza a montar su laboratorio de talento). En Icí tuvimos un caso de espías que llegó a los tribunales, un caso en el que quizá se externalizó el espionaje, y salió todo, dentro de la presunta gravedad, como de Mortadelo y Filemón, con micrófonos en los ascensores y todo. Saber qué hace el rival, anticiparse a desmontarle sus estrategias, ha sido siempre la mejor arma. El Watergate fue eso, y cayó Nixon, todo un presidente de los Estados Unidos. Lo peor que se le puede hacer a un servicio de inteligencia --aparte de no pagar las horas extras-- es mencionarlo. Lo primero para el espía es no existir. Con que haya un logotipo, sobra. Entonces, en este caso electoral que nos entretiene, alguien ha podido sacrificar la eficacia del espionaje a la mera rentabilidad política. O sea, podría ser que rozáramos el Watergate . Al descorrer este telón, hasta los jefes de la banda asesina están de repente bajo sospecha de posible doble juego, una cosa que siempre acaba por pasar en las películas de este género.

*Periodista y escritor