Las reuniones previas de la cumbre de presidentes autonómicos de mañana no van demasiado bien. El PP quiere que se hable del modelo territorial, y el PSOE no. Es curioso que el PP nunca ha querido hablar de esos temas, le daban repelús. Y ahora quiere meterlos en la primera reunión. Es curioso que el PSOE, que llevaba en su programa electoral esos temazos, ahora no quiere tratarlos en esta primera reunión. El PSOE sólo quiere escenificar un poco, que se vea el talante, el buen rollito, que España funciona unida dentro de su variedad, que es un país capaz de juntar a las partes a debatir tranquilamente sus discrepancias. El PSOE quiere hablar de financiación de la sanidad, relaciones con la UE, de las autonomías en general y de la propia cumbre o conferencia. O sea, temas de ministros y consejeros. Escenificar el buen rollito zapateril. La verdad es que una cumbre así supone una novedad suficiente como para que no haya ni siquiera orden del día: con que celebren una merienda jamonera es suficiente. Esta cumbre, aunque se limite a tratar de si misma (y qué otra cosa puede hacer, siendo la primera), quiebra simbólicamente la atomización autista de las comunidades autónomas. Y lo que es más importante, quiebra el monolito autista del propio Estado, que quizá se sigue viendo a si mismo como un ente incólume, impertérrito, adobado por banderones y gestos museísticos. Como el fax. Eso de convocar a los presidentes autonómicos por fax es una ordinariez y un atraso. Se manda una carta manuscrita de puño y letra, y a la vez un email. El Estado, en su engolamiento rancio, sigue funcionando por fax. Un presidente contemporáneo convoca a sus presidentes por SMS. La conferencia de mañana, con el suspense tiquismiquis del lehendakari y los divismos inevitables, tiene la virtud inmensa de reconocer en la vida real --un jueves cualquiera, cuando la semana ya agobia-- a la propia Constitución. Sin desfiles ni misas ni monsergas, el Estado se reúne con sus partes y más tarde con el Rey. Una simple reunión de trabajo que debería haberse celebrado hace muchos años. Pura rutina. Ya se sabe que la mayoría de las reuniones a las que acuden más de tres personas no sirven para nada. Pero han de celebrarse. Como en cada empresa y en cada institución, hay que intentarlo. Con que los presidentes intercambien sus móviles, sobra.

*Escritor y periodista