Resulta que los partidos o algunos de ellos cuanto menos, se han lanzado más o menos discretamente a la búsqueda de una regeneración democrática pero lo sorprendente, al menos hasta ahora, es que no hacen esa indagación en compañía los unos de los otros, sino que cada partido dice que indaga por su cuenta y no busca la ética nuda y pura que a todos nos concierne en general sino aquel cachito de ella, que pueda beneficiarles en particular. En otras palabras, desmerecería el común ético.

Esa recuperación de la ética sería más útil si se emprendiera en conjunto, no por equipos monocolores. Se comprenden las cautelas y suspicacias que cada partido sienta pero es indudable que la ética sólo sirve si hacemos por asumirla "entera y verdadera". Lo otro es como jugar al fútbol ateniéndose cada equipo a un reglamento distinto.

Leo que otros partidos "marcan distancias" ante el programa que sugiere el PP para "la regeneración democrática". Regenerar es dar nuevo ser a una cosa que degeneró, restablecerla o mejorarla y eso no puede intentarse dejando adrede, unas zonas oscuras, según convenga; la transparencia de la que tanto se habla ahora (acaso por decir algo), tiene que permitir la luz de cuanto deba verse.

Leo también que en Aragón lo que propone el PP consiste en crear una comisión parlamentaria con un representante por Grupo y con el encargo de que elaboren un dictamen antes del 30 de noviembre próximo. El objeto consistiría en "contemplar cuántas iniciativas legislativas sirvan para recuperar la confianza de la sociedad aragonesa en la política, en la utilidad de las instituciones y de los partidos". Repito: lo que más importa son las conductas.

Desconfío de las consecuencias mientras todos los partidos no demuestren con hechos que repudian la corrupción y sus efectos, cualesquiera que sean las personas imputadas y los partidos a los que pertenezcan, sin olvidar que, para ser corrupto, no es indispensable ser militante de partido alguno.

Esa comisión de la que recelan otros partidos, no resolverá el todo de la corrupción aunque siempre valga más algo que nada. La corrupción es ahora grave pero no insuperable. Afirmo sin reservas, que ni la mayor parte de los políticos son corruptos ni tampoco el común de los españoles pero los hampones, a veces con cargo público y otros adheridos o por libre, no deberían encontrar paso franco ni ser amparados de facto, por partido alguno. Los culpables deberían ser puestos sin atrasos ni aforamientos, a disposición de la Justicia y eso también, pidiendo a ésta, más celeridad y contundencia.

Los valores básicos de nuestra convivencia irían desvaneciéndose de hecho, si los poderes públicos no se esfuerzan más viva y tenazmente, en mantenerlos o en recuperarlos.

El fiasco de la II República obedeció en buena parte, a que los partidos primero y el pueblo después, perdieron (si lo tenían) el sentido de lo que significaba "vivir en democracia", que exige de todos, instituciones, partidos y personas, tener más que claro, ¡clarísimo!, que sin esa democracia, valor común por excelencia, otros muchos valores carecen de viabilidad, tanto ayer como hoy; si no hay democracia efectiva, el pluralismo no existe o es simple apariencia.

La democracia, la participación potencialmente generalizada, corre a diario el riesgo de convertirse en mera partitocracia y ésta en oligarquía si sólo depende de la correspondiente Ejecutiva; los partidos pueden servir a la democracia o a la oligarquía y la diferencia es abismal.

La ética no es únicamente cuestión de leyes que prohíban la corrupción porque esas leyes ya existen sino que depende básicamente, de las conductas institucionales de partido e individuales que no pueden sentirse exceptuados de ella en caso alguno.

Sin valores comunes que todos defendamos y a los que demos mayor importancia que a otros valores también respetabilísimos pero sólo de parte, la democracia se pierde o degenera, como ahora se nota, aunque opino que estamos a tiempo de poderla recuperar y hacerla reverdecer. Al menos, eso es lo único deseable y desde luego algo que está al alcance de todos los decentes.