La muy mediática detención del humorista Ángel Garó, acusado de agredir a su pareja, ha vuelto a poner sobre la mesa un tema del que los medios casi nunca hablan: la violencia intragénero. En parejas del mismo sexo. El colectivo madrileño COGAM ha llevado a cabo un estudio a partir de la encuesta de 900 personas voluntarias: el 60% asegura conocer a alguien que ha sufrido violencia intragénero. Un 30% reconoce incluso haberla ejercido.Los datos reunidos se suman a los de la investigación de Antonio Ortega López, donde se destacaba que un 70% de los hombres gais encuestados reconocían haber sido víctimas de violencia dentro de sus parejas.

Si la violencia de género es tan difícil de erradicar es porque está justificada e incluso promovida por un elemento estructural: el machismo. La violencia de ciertos (demasiados) hombres contra las mujeres constituye un problema social generalizado que va mucho más allá de la violencia de pareja. Porque existe también acoso callejero, discriminación laboral, violaciones, el doble rasero, la imposición de ciertos cánones de belleza… y un montón de manifestaciones de violencia estructural.

La violencia intragénero se justifica y promueve desde otro elemento estructural: la homofobia y la LGTBfobia. La violencia en parejas del mismo sexo se apoya en la homofobia porque los maltratadores consideran inferiores a sus parejas o exparejas del mismo sexo por cuestiones relacionadas con los roles de género (quién es más masculino, quién más femenino, quién asume determinados papeles y funciones en la pareja...). Ser víctima o maltratador/a en violencia intragénero está muy relacionado con la desigualdad de poder. Los maltratadores/as también internalizan la homofobia o LGTBfobia, lo que hace que alimenten odio inconsciente contra sí mismos y lo proyecten contra su pareja.

Suelen ser situaciones que se viven con vergüenza, por lo que apenas se denuncian aunque tienen las mismas formas que la violencia de género: deseo de control, violencia verbal, humillaciones, malos tratos físicos… Y los motivos de las víctimas para seguir con su maltratador, también los mismos: esperanza de que el maltratador cambie, complejo de culpa…Y en casi todos los casos nadie considera víctima a la víctima porque «dos chicas que se pegan no se hacen daño» y «si a un hombre le pega otro hombre, es que no se supo defender».

No pueden estas víctimas acogerse a las mismas medidas legales y a los recursos que las administraciones ponen a disposición de las mujeres víctimas de sus parejas hombres. Porque en nuestra sociedad las relaciones consideradas normales son las heterosexuales, ya que son las más visibles. Y así no se reconoce que hay otro tipo de familias y parejas, con los mismos riesgos y problemas que las heterosexuales.Y queda fuera del discurso mediático o social la violencia en parejas y exparejas del mismo sexo. Nadie le pone nombre, y lo que no se nombra no existe. H SFlb*Escritora