Hacía mucho que no me reía tanto como con el show de Pepín Tre.

Esa improvisada, y casi secreta actuación, tuvo lugar durante el intermedio de la gala de entrega de los premios Max a las artes escénicas. Los telespectadores no pudieron disfrutar de esa genial improvisación, pues el artista tomó el escenario durante la desconexión desde el Auditorio para los anuncios publicitarios, pero fue para recordar.

También, en otro estilo de humor, estuvo muy brillante Millán Salcedo, el cerebro de Martes y Trece . Tan sólido y desternillante que, cuando, detrás de él, le tocó salir a Agata Ruiz de la Prada para entregar otro premio, la musa de la moda alternativa forzosamente tuvo que parecer desprovista de chispa, sosa, casi; pero es que sólo otro artista inspirado hubiese sido capaz de remontar ese momento, la estela de risas que Millán dejó.

La gala había arrancado con una impresionante actuación del bailarín zaragozano Miguel Angel Berna, cuyas facultades y talento brillaron con tanta luz como sus plateadas castañuelas. Magnífica estuvo asimismo otra artistaza de la tierra, Carmen París, encargada de cerrar la velada con una versión del clásico de Serrat, Mediterráneo , cuya dulce melodía sirvió como original hilo conductor de la trama festiva.

La nota disonante, o estridente, la puso el colectivo Animalario , merecido ganador, por otra parte, del apartado a la mejor obra por su sátira sobre Alejandro y Ana . Sus miembros, que deben ser grandes progresistas, leyeron un panfletillo llamando terrorista a Aznar, e invocando versos de Angel González. Obviamente no era el momento ni el lugar, y el mensaje, ya con nuevo gobierno, sonó demagógico y hasta un punto cateto. La libertad de expresión, eso sí, quedó a salvo. El respetable, como las dos Españas, se dividió en aplausos y pitos. A mí, el cuerpo se me quedó un poco rígido; como al alcalde Belloch, tuve la impresión.

Y también quedó a salvo de cualquier sombra de ridículo la nueva ministra de Cultura de José Luis Rodríguez Zapatero, la andaluza, y ex-miembro de la Junta chavista, Carmen Calvo. Con total serenidad, erguida sobre los tacones de sus zapatos de Manolo Blathnik, improvisó, para recibir al homenajeado Paco Nieva, un difícil discurso sobre el espíritu de la creatividad, su inocencia, su grandeza, su necesario amparo y defensa. Lo hizo sin papeles, en vivo y en directo, y salió airosa.

Para la ciudad de Zaragoza, que aspira a extender su capitalidad bajo las alas del proyecto Expo, un acontecimiento como éste, de primera magnitud, genera considerables dosis de imagen, y una mayor confianza en nuestras propias posibilidades, que son más de las que parecen.

En este capítulo hay que felicitar a la Sociedad General de Autores, con Teddy Bautista al frente, y con Ignacio Casado velando por los intereses escénicos de Aragón, por haber sido capaces de organizar, junto con Paco Mir, un acto de tanta vistosidad y repercusión.

Y felicidades también al Ayuntamiento de la ciudad, por haber apostado por otro evento de ámbito supralocal.

Es el camino.

*Escritor y periodista