Ahora viene la parte del curriculum vitae que más me cuesta. Los datos personales, como ya habrá visto, me han salido de maravilla, indicando con notable precisión la hora exacta en que nací, mi número de teléfono (de carrerilla) y el del carnet de identidad (sin mirarlo, lo juro). Pero ahora viene lo difícil (espero que sea piadoso conmigo).

Ahí va: retratista minimalista (en la playa, solo un verano, la idea de un retrato rápido en menos de un minuto no cuajó). Chico florero (en televisión, un par de semanas, telón sonriente de fondo, fui sustituido por un par de tetas). Hombre barrera (en innumerables conciertos; como me gustaba la música no me ponía algodones en los oídos: acabé sordo como una tapia).

Actor porno (en diversas y fogosas películas de mucho arte sin demasiado ensayo; encima pagaban bien). Poeta callejero (solo lo fui unos pocos meses; a mi mujer no le gustaba nada que tuviera que llevar barba). Cantante asaltante (asaltaba a la gente con mis canciones, con guitarra y sin barba; duré más que de poeta, y era muy parecido).

Dependiente durmiente (en varias tiendas, el trabajo consistía en hacerme el dormido en el mostrador; lo hacía de maravilla, por supuesto). Mago vago (era un mago que en realidad no hacía ningún truco, pero por pereza; provocaba más pena que admiración). Cartero real (dos navidades, en unos grandes almacenes, era el cartero que les lleva las cartas a los Reyes Magos; tenía dos pajes).

Redactor corrector (chico para todo en varios fanzines y diversas revistas no muy profesionales; muy mal pagado, cuando se pagaba). Columnista cuentista (en ello estoy, hasta que me echen, intentando poner un poco de alegría entre tanta noticia desalentadora).

*Escritor y cuentacuentos