El Seminario de Investigación para la Paz ha cumplido estos días sus primeros 20 años de trabajo; un feliz aniversario para una institución de la que Aragón, y los aragoneses, debemos sentirnos orgullosos. Y son muchas las razones para ello. Nació el Seminario de Investigación para la Paz en momento internacionalmente complicado, cuando la ruptura del diálogo entre EEUU y La Unión Soviética sobre control de armas nucleares hacía temer un conflicto de consecuencias impredecibles. En España gobernaba Felipe González, y en Aragón estrenábamos gobierno regional. En ese escenario apasionante, pero no exento de riesgos, el Seminario y quienes lo dirigían demostraron desde los primeros pasos de su andadura que la paz no era sólo un objetivo y que las diferencias ideológicas no eran obstáculo para el diálogo y la reflexión. Han pasado 20 años y el Seminario de Investigación para la Paz --hoy ya Fundación-- se ha convertido en referente de primer orden en el país por sus análisis y aportaciones a esa nueva cultura de la paz que muchos dirigentes políticos, todavía hoy, prefieren ignorar. Veinte años, desde que un grupo de entusiastas adquirieran el compromiso de defender, públicamente y pese a quien pese, valores como la ética y la justicia, y hoy --como entonces-- seguimos necesitando de ese foro de libertad. En este aniversario es justo mencionar a Jesús María Alemany, Carmen Magallon, José Bada y tantos y tantos otros para agradecerles su entrega, y su empeño en demostrar que un mundo más humano es posible.

*Periodista