Pensábamos que sería algo exultante y observamos que la gente se mira seria y circunspecta, no vaya a ser que lo infecten. No hay alegría desbordada, más bien miedo. Nunca un refrán como «el miedo guarda la viña» estuvo tan pegado a la realidad. Había ganas de viajar pero nos contenemos. El virus, como repiten las autoridades, sigue estando entre nosotros y es cierto que, salvo algunos irresponsables, la mayoría de la sociedad sigue teniendo un comportamiento correcto. Esperemos que la ciencia, una vez más, nos salve del peligro y nosotros nos liberemos de nuestros miedos. Los brotes que está habiendo son lógicos por la precariedad de sus orígenes: trabajadores temporales hacinados, inmigrantes en pateras y algún brote importado. Pero parece que son casos rastreados y controlados. Ésta es la gran diferencia respecto al inicio de la epidemia.

Ahora toca hablar de otras cosas: economía y política, siempre con el envoltorio social que ambos aspectos exigen. Siempre he pensado que nuestra gran suerte es formar parte de Europa. También es cierto que nuestra manera de pensar siempre ha sido europea, incluso durante la oprobiosa dictadura. Seguramente por eso añorábamos poder formar parte de la Europa política. Ahora que somos plenamente europeos, lo valoramos en su justa medida. Y precisamente de la UE nos vendrá la energía para nuestra recuperación económica y política.

Europa está saliendo de la pandemia. Prácticamente todos los países lo están haciendo con el mismo método: la coordinación estatal, el confinamiento total, los problemas de cobertura sanitaria y sus recursos, el comportamiento generalmente correcto de la población, las dudas en las decisiones… han sido prácticamente iguales en todos los países europeos. Incluso la demora inicial en la toma de decisiones también fue común. El etnocentrismo europeo creyó que, como en la época de Fumanchú, el virus era un problema exclusivamente chino. Y China está muy lejos, pero no en avión.

Pero en lo que España se ha diferenciado de otros países semejantes ha sido en la bronca política permanente entre Gobierno y oposición. Incluso lo que acordaban lo hacían entre insultos y descalificaciones. Prácticamente todos los partidos buscaban su rédito electoral en los discursos, porque en los acuerdos prácticos, salvo alguna salida de tiesto, poco había que discutir. Las acusaciones de unos a otros podían intercambiarse perfectamente, lo que impedía la serenidad para la acción común que un momento como éste exigía. La teatralidad y el guión previo eran excesivamente visibles. La sociedad asistía perpleja a un espectáculo donde se jugaba con sus vidas en la toma de decisiones. Ha fallado la liturgia que siempre exige la política.

Ahora el concepto de moda es la reconstrucción. Para ello se ha constituido una comisión con cuatro áreas: sanidad, economía, Europa y política social. Parece ser que los dos grandes partidos, al menos están de acuerdo en apuntalar el sistema público de salud. Algo es algo. Aunque los intereses privados sanitarios presionarán para que no se pasen. Deberán revisar también el modelo sociosanitario de las residencias de mayores. Incluso podría ser un buen momento para que los ministerios de Ciencia y Universidad abandonasen su ridícula esquizofrenia y se fusionasen.

Otra cosa será la economía, terreno donde las políticas de derechas e izquierdas, esquema dialéctico nunca desaparecido, dilucidan su poder e intereses. Actualmente, hasta la CEOE parece estar por la labor (¿qué labor?), pero estamos aún en la fase de calentamiento previo. De cualquier manera, es el Gobierno quien debe tomar la iniciativa y trabajarse los consensos y apoyos, tanto para la política económica a seguir como para los presupuestos de 2021 que deben marcar la línea de un nuevo modelo, ya necesario antes de la pandemia, y ahora, imprescindible. Y ese nuevo modelo pasa por la digitalización generalizada, la economía verde e I+D.

Especialmente es importante el bienio 2021-2022 para salir de la actual recesión. Así lo entiende la UE y así lo va a exigir a sus miembros. Ello exige una gran concertación económica generalizada entre la mayoría de las fuerzas políticas españolas para elaborar los proyectos que se presenten a Bruselas. Y los fundamentos de esta concertación son los dos de siempre, salvar la viabilidad de las empresas y generar puestos de trabajo en cantidad y calidad.El tercer fundamento es el más difícil y aparentemente el menos importante. Se trata de una vez por todas, de transformar la Administración española.

Lo hemos visto en la crisis sanitaria actual. El sistema sanitario español, no solo no era el mejor del mundo, sino que la «heroicidad» de sus miembros significaba la precariedad de medios y, sobre todo, la atomización de la sanidad. Si queremos darle sentido a la «nueva normalidad», habrá que restructurar radicalmente nuestra Administración pública. Seguiremos con el análisis. H *Profesor de Filosofía