En esta mítica película, Godard narra una vida vivida al límite, una permanente huida hacia adelante que acaba rematadamente mal. No hay ningún paralelismo entre los protagonistas con Sánchez e Iglesias, pero el abrazo del martes se podría reseñar con una de las más famosas frases del prota: «Entre el dolor y la nada yo elegiría la nada». Y es que el acuerdo puede ser nada, ya que la matemática parlamentaria solo sale con inadmisibles condiciones. Al tiempo que repartían el decálogo en el que UP se compromete a garantizar la convivencia en Cataluña siempre dentro del marco de la Constitución, los Comunes se abstenían ante el nuevo desafío sobre la autodeterminación lanzado por el Parlament al Constitucional, recurriendo a trampas horarias para pillar a los jueces fuera de juego. A trancas y barrancas salen las cuentas con los votos del PNV, pero los nacionalistas vascos, que van de «responsables» y «constructivos», han exigido una solución a los «problemas de encaje territorial de la nación vasca y catalana en el Estado». Ya estamos, les deben parecer pocas las 33 transferencias que acordaron con el Gobierno a primeros de año y han decidido estirar más la cuerda. Para ERC, el encaje territorial que impone el PNV se empieza a tejer en una mesa de negociación política entre iguales, es decir, que para investirlo presidente, Sánchez se tiene que comprometer a discutir de todo con las instituciones catalanas, también del referéndum de autodeterminación, según ha anunciado el coordinador general del partido independentista. En el preacuerdo de Gobierno, PSOE y UP asumen el compromiso en defensa de la libertad, y parodiando a la protagonista de la película, no sé si estoy triste porque no soy libre o si no soy libre porque estoy triste.

*Periodista