No hemos empezado bien la operación más ambiciosa y compleja de políticas públicas prevista en décadas, la vacunación contrarreloj y coordinada contra el coronavirus. Ya en la primera semana de implantación se han destapado los fallos de diseño y formulación de este proceso, días festivos sin vacunación, falta de neveras en algunas Comunidades, gestión del personal sanitario y falta de reemplazo. Pero como la evaluación no es el final del camino, ni solo una declaración de cumplimientos, sino un proceso continuo de aprendizaje que debe producir mejoras ahora es el momento de rescatar su importancia.

De una primera evaluación por objetivos, el resultado es malo sin paliativos, solo el 18% de las dosis se han inoculado. Después del inicio de la vacunación en un domingo, el resto de la primera semana ha frenado sin aviso previo. No deja de sorprender que el plan de salud pública no estuviese perfectamente planificado cuando llevábamos meses esperando la llegada de las vacunas. Hay que acelerar el proceso, y resolver las ineficiencias de la primera fase de formulación.

Esta epidemia nos ha hecho aprender a hacerlo en este método ensayo-error, con el manejo de los confinamientos, de los aforos, de los medios de protección personal, pero ahora la corrección debe ser más urgente.

El epidemiólogo López Acuña, alerta de la necesidad de vacunar como si fuera una operación militar y de guerra, en este símil que nos ha perseguido toda la pandemia pero que aquí resulta muy gráfico. Hay que aumentar el ritmo sin cesar y reforzar los dispositivos de atención primaria o complementarios que no se previeron necesarios en el diseño de esta política pública.

Todos los esfuerzos del país, públicos y privados, deben estar centrados en cumplir las previsiones originales para salvar a los más vulnerables cuánto antes, y esta próxima ola afecte al menor número posible. Y necesitamos una proyección de un verano con un alto grado de inmunidad si queremos rescatar el sector servicios español, el más dañado por la crisis. Pero aquí también hay que diferenciar las ineficiencias en este plan de vacunación fruto de los desajustes en las fases de elaboración de esta política pública, de aquellas decisiones deliberadas en algunos territorios de frenar la vacunación y solicitar el rescate del negocio privado para implementarla.

Es la misma historia de siempre en defensa de la externalización, porque la ideología está en todo, también en la administración de vacunas.