Los lectores de Mary Shelley saben que, en su origen, La Criatura no era buena ni mala.

Al huir del laboratorio del doctor Frankenstein, pudo haber elegido uno de los dos caminos, el bien o el mal, pero si se torció su carácter y se endiabló su voluntad fue debido al rechazo que su horrísona presencia despertaba entre la población. Nadie quería estar cerca de semejante monstruo, aunque llevara el nombre del doctor. Todos huían de Frankenstein, aterrados por su aspecto. Pronto le acusaron de robar, violar y matar, y le acosarían hasta liberar a la humanidad de aquel demonio. El resto de la fábula y su amargo final son bien conocidos, pero cabe preguntarse cómo se habría comportado Frankenstein de haber recibido un poco más de cariño. De haber sido educado, querido, respetado… ¿se habría integrado en la sociedad, aprendido a vivir entre los seres humanos, no siéndolo?

El presidente Pedro Sánchez lo es también de ese laboratorio político que Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba coincidieron en calificar como «el gobierno Frankenstein». Del mismo modo que La Criatura fue creada con órganos de distintos cuerpos y camposantos, dicho cónclave está integrado para sus acuerdos por una amalgama de partidos, algunos de tenebrosa procedencia y cementerios políticos, como EH Bildu.

Pero había que dar el paso a la vida. Las descargas eléctricas del doctor y El espíritu de la investidura (Rufián, el jovencito Frankenstein, dixit), hicieron nacer al Frankenstein de ficción y al de Pablo Iglesias.

Al principio, tanto en el laboratorio del doctor como en el Congreso de los Diputados, el híbrido permaneció recluido, hasta que un día escapó a su prisión y huyó a las calles. Al verlo, la gente, el votante se paralizó. ¿Qué era aquello, engendro o maravilla? ¡Aborto del infierno político!, lo condenaron las banderas de Santiago Abascal.

En vano el doctor Frankenstein y el presidente Sánchez dieron explicaciones a sus contemporáneos. Se queja hoy el presidente, como antaño el científico, de que nadie le ayudó a educar a su ingobernable gobierno, a contener a su Criatura en la ficción evitando que diese el salto a la realidad y aprendiera a apretar el botón del escaño..