Es natural que la Comisión Europea recabe explicaciones al Gobierno español por los tristísimos sucesos de El Tarajal donde, algo así como una raya en la arena, separa a Marruecos no solo de España, sino de la Unión Europea.

Dieciséis muertos por lo menos, todos ellos subsaharianos, perdieron la vida intentando acceder a la playa ceutí, desde el mar, ¡pobre gente!

La Comisión Europea cumple un deber pero es más dudoso que esté cumpliendo todos sus deberes en este sombrío asunto. La Guardia Civil se ocupa de la vigilancia que le encomiendan sus superiores, pero no toma las decisiones de partida que corresponden a los políticos.

El ciudadano común no conoce cuál haya sido el empleo que en su caso se hiciera en El Tarajal de pelotas de goma como proyectiles disuasorios, botes de humo y municiones de fogueo de las que antes no hacía uso la Guardia Civil; no pudieron causar muerte alguna aunque sí pudieron propiciar situaciones de pánico entre los que querían alcanzar la playa desoyendo a su vez, la conminación de las autoridades españolas.

Todo, eso supone cualquiera, estará siendo investigado. Si los números de la Benemérita recibieron la orden de que aquella sufrida gente no desembarcara, no parece verosímil que esa orden conllevara la espantosa tarea de matar solo para que se evitara que pisasen la tierra firme de la playa.

Viéndolo, como solemos ver estas cosas la gente de la calle, la cuestión podría ser ésta, aunque duela mucho reconocerla: ¿fueron los guardias civiles los que, sin querer, provocaron la catástrofe o fueron los mismos inmigrantes los que buscando una oportunidad de introducirse en territorio europeo, incurrieron en el error de alejarse de la orilla?

Opino que tan equivocada estuvo la orden de alejar a los inmigrantes de la orilla como la intención de estos, tratando de atravesar la línea señalada por los guardias civiles. Fueron dos errores mayúsculos; me atrevo a sostener que la culpa no fue de uno ni de otros, sino de la falta de remedios más humanos y más responsables por parte de todos.

A nivel parlamentario, las partes concernidas no tendieron a la coincidencia sino, como sucede casi siempre, a la discrepancia. ¿No sería más humano, lo único verdaderamente humano-, buscar más afanosa y rigurosamente la verdad de los hechos y de las soluciones? Pues no, lamentablemente no, y cabe repetir aquello de que discrepar en política es de hoy más que de ayer y desafortunadamente, menos que de mañana.

Está tan envenenada la política cotidiana que los bandos, en polémica constante, como el formado en torno al PP y el otro formado en torno al PSOE, han olvidado que incidencias parecidas aunque menos graves a la que ahora lamentamos, ya ocurrieron en el 2005, cuando gobernaba el PSOE y se utilizaba el mismo procedimiento de contención.

Pienso que tiene razón la Asociación de guardias civiles cuando recuerda que ellos solo cumplen órdenes. Así, reproduzco esto que dicen: "Si los legisladores y los jueces entienden que hasta ahora se ha hecho mal y que se tiene que hacer de otra manera, que nos lo digan".

Desde luego, sería insufrible que se tratara de hacer a los subsaharianos de peor condición que a otros seres humanos. No existiría razón alguna y bien al contrario, hay que procurar la verdad de lo que deba hacerse y después, respetarla y practicarla mediante soluciones decentes.

En su comparecencia, el ministro recordó que Ceuta y Melilla son las únicas fronteras terrestres de Europa Occidental con África. ¿Qué espera la UE con sus simples admoniciones?

La Unión Europea no parece que disponga de un proyecto en condiciones de ser aplicado en esa rara avis fronteriza que nuestro continente político tiene que regular con mayor seriedad y permanencia.

Hace falta un plan de fronteras dotado de consistencia y de viabilidad política, no solo geográfica: más humanitario, más participado (desde la UE a, también, Marruecos) y más transparente. La Comisión Europea a su vez, debería mejorar en El Tarajal lo que no hizo bien en Lampedusa.