La anexión rusa de Crimea mató al G-8 para resucitar al G-7 reunido ahora en Bruselas. Sin embargo, el actual club de los países más industrializados del mundo no es el mismo que el que abrió la puerta a Rusia hace 17 años. En este breve espacio de tiempo el mundo ha cambiado a gran velocidad y las relaciones entre los estados están cada vez más entreveradas. Por ello, la reunión que en teoría debía mostrar la firmeza de los siete poderosos hacia Vladimir Putin por su actuación en la crisis de Ucrania, ha optado por el diálogo más que por la amenaza de futuros castigos y ha rebajado el tono verbal. Las recientes elecciones presidenciales celebradas en Ucrania así como la paulatina recuperación por parte de las fuerzas de Kiev de territorios orientales --pese al elevado número de muertos que la operación está costando--, y la contención mostrada más recientemente por el propio Putin han sido suficientes para cambiar el tono más agresivo que deseaba imponer EEUU y que podía perjudicar su entendimiento con la UE. El resultado es que este G-7, coincidente en las líneas muy generales, lo es mucho menos en el detalle.