Las élites en el capitalismo, en su versión neoliberal, diseñan un discurso basado en fracturar, dividir y enfrentar a distintos sectores de la sociedad. Si la población está enfocada, no en lo que hacen el gobierno y las élites, sino en determinados grupos, como los parados, los jóvenes, los jubilados o los inmigrantes, que se convierten en chivos expiatorios de nuestros problemas, entonces los poderosos tienen más libertad para conseguir sus objetivos. Así no solo nos pasan desapercibidos los verdaderos causantes de nuestros problemas, sino que incluso nos convencen de que trabajan por nosotros.

Vemos ejemplos. Unas veces son los pensionistas, que al ser tantos, nos dicen los políticos, ponen en grave peligro la Hacienda Pública. Los medios apuntalan: «El Gobierno pide un préstamo de 10.192 millones para la paga extra del verano de los pensionistas». Y así va calando en la gran parte de la sociedad la culpabilidad de los jubilados, e incluso, muchos jubilados la asumen. «Claro es que somos muchos».

Hoy el chivo es el inmigrante, culpable del paro, de los sueldos bajos, del peligro de las pensiones, de la crisis del Estado de bienestar, de la delincuencia, etc. Debido a la imposición del discurso racista de las élites económicas, que controlan la política, medios e incluso la educación. Discurso que va calando en la sociedad europea y que ha estudiado el profesor de la Universidad Pompeu y Fabra, Teun Van Dijk, al que sigo a continuación.

En el ámbito político, los debates parlamentarios son casi siempre sobre problemas de inmigración «ilegal» y mayores restricciones a la inmigración. En ellos predomina la autorrepresentación positiva, nacionalista (sobre la larga tradición de hospitalidad hacia los refugiados, etc.), y los recién llegados son presentados negativamente como un problema, una carga financiera, cuando no una amenaza a nuestro Estado del bienestar, al mercado de trabajo, la cultura y valores occidentales. Tratan muy pocas veces del racismo, a pesar de su larga y devastadora historia y de los campos mortíferos del colonialismo, el Holocausto y las «guerras étnicas» en Bosnia, Kosovo, etc. Y aunque en los países de la UE la inmigración (incluso la ilegal) ha aportado grandes dividendos económicos, es muy raro que estas contribuciones sean reconocidas en debates parlamentarios o discursos de los políticos. Al contrario, ser «blandos» con la inmigración cuesta votos entre una población, a la que durante décadas los discursos políticos y mediáticos le han convencido que la inmigración es una lacra. Así, los programas políticos en toda Europa están repletos de advertencias alarmantes y duros planes para mantener a los inmigrantes fuera de nuestra Fortaleza Europa, o para disciplinarles una vez que ya están dentro. De ahí el crecimiento de los partidos políticos racistas, cuya agenda el resto de los partidos asumen. Por ello, es posible que un político diga «las mujeres que llevan burka parecen buzones de correo o ladronas de bancos».

La prensa, en simbiosis con la política, sigue su ejemplo. Los temas que preocupan a los políticos en los debates parlamentarios son titulares de prensa. Y viceversa. Además la parcial visión de la inmigración se explica, porque antes de imprimir la noticia, la recopilación de la información da acceso predominante a las élites «blancas» para definir la «situación étnica». Se busca al político, alcalde, policía u otro «experto» (blanco). Las organizaciones de las minorías tienen menor acceso. Y si lo tienen, se les da mucha menos credibilidad. Es normal, ya que las salas de redacción y los altos cargos son blancos. Los problemas, como la explotación laboral, que sufren los inmigrantes apenas reciben atención. Cuando una persona ha delinquido solo se dice su nacionalidad si es foránea. ¿Cuántas noticias favorables a la inmigración aparecen?

Fijémonos en las instituciones del campo de la educación. Los libros de texto reflejan las ideologías dominantes del momento. Siempre ha sido así para la representación del mundo y sus gentes. Tienen tendencias nacionales e incluso nacionalistas, en los que los días de gloria de un país se magnifican, y sus crímenes y delitos se «olvidan». Pocos libros de texto en Europa detallan la esclavitud y el colonialismo. Representan a las minorías no europeas con los típicos prejuicios desde una perspectiva eurocéntrica. La mitad de los libros de texto de ciencias sociales holandeses de los años 80, ni siquiera mencionaban la presencia de cientos de miles de personas de diversas minorías en el país, y lo que es más significativo, ni siquiera dentro del aula. La otra mitad simplemente se repetían unos a otros, enfatizando brevemente las diferencias culturales en lugar de las similitudes entre nosotros (holandeses) y ellos (turcos, marroquíes). Tal discurso explica en gran parte que en Europa prolifere cada vez más el racismo. Mas, muchos españoles, como europeos, no se dan cuenta que una ecuatoriana limpia el portal de su casa; que un rumano le sirve el café en el bar; que un marroquí recoge la fruta, que tomará en el postre; que un peruano le lleva un paquete; que una chica joven, colombiana, rumana o ucraniana cuida o escucha a nuestros niños o a nuestros mayores, con sueldos miserables, porque nosotros no podemos, o mejor, no queremos. De verdad, esto es puro autismo.H *Profesor de instituto