Gobierno sí/no; elecciones no/sí. Todo en el aire. Negociaciones, pulsos de poder, cambio de cromos, cortes de manga, berrinches por ego… Escenario incierto donde los haya, tanto en lo local y autonómico como a nivel de Estado. El país del revés, y en el ambiente se masca una sensación amarga de tomadura de pelo, de sinsabor democrático, de para qué tanto votar si aquí no se entiende ni el apuntador. La ingobernabilidad parece ser el concepto que está marcando tendencia en lo que llevamos de siglo, y no solo en nuestro país. Gran Bretaña va todavía más a la deriva, si cabe, que nuestra España. ¿Qué está pasando? Que la realidad es cada vez más poliédrica y fragmentada, de ahí que los votos estén mucho más repartidos entre la diversidad de formaciones políticas que se originan y los acuerdos se retrasen en la medida en que las negociaciones son con un mayor número de interlocutores. Además, está el no menos relevante asunto, de que todos buscan lo mismo: alimentar egos y hacerse con las mejores carteras, o más bien, llenarse las suyas propias. Algo extremadamente patético, pero cierto, y es que ninguno se salva de la quema, es algo inherente a la naturaleza política-humana. Solo queda esperar, para ver resuelta la ecuación, pero tras el modelo implementado en Valencia, en el que los Podemitas se han salido con la suya, un «gobierno de cooperación», en el que cuentan con dos consejerías y una vicepresidencia, cada vez parece más cercana la posibilidad de emplear la misma fórmula a nivel estatal, se llame gobierno de coalición, de cooperación o gobierno bang-bang. Nuevas elecciones nos llevarían a un escenario igual de halagüeño que el presente. ¿Para qué perder más tiempo y dinero?

*Periodista y profesora de universidad