Bajan estos días un tanto revueltas las aguas del Congreso y del Senado porque sus señorías están eligiendo al nuevo Consejo de Radio Televisión Española. Tras cuarenta años de democracia, el control de los medios de comunicación públicos sigue siendo objeto de una enorme polémica. Todos los gobiernos los han utilizado para su propio beneficio, olvidando que son medios de titularidad pública, no gubernamental, y han hecho cuanto han podido para controlarlos. Solo hubo una época, durante el mandato del presidente Rodríguez Zapatero, en el cual RTVE funcionó de una manera menos partidista, lo que supuso diversos reconocimientos internacionales por su neutralidad y objetividad.

Con el Gobierno de M. Rajoy se volvió a las andadas de las épocas de Felipe González y José María Aznar, y RTVE volvió a ser un instrumento más para la propaganda del poder. Y lo fue hasta tal punto que los trabajadores de la radio y la televisión públicas tuvieron que protestar una y otra vez por la tendenciosidad y la parcialidad de los informativos.

Con el triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez algunos creían que la imparcialidad y neutralidad de los medios públicos de comunicación regresarían a mejores tiempos, pero, visto como se están desarrollando los acontecimientos, no parece que vaya a ser así.

Lo que ha ocurrido en los días previos a la elección de los nuevos consejeros de RTVE en el Congreso es una muestra irrefutable de que uno de los nuevos partidos, Podemos, está mucho más interesado por el control de esos medios que por la gestión de la sanidad, el turismo o la educación.

Los movimientos y las declaraciones de Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, lo han dejado bien claro: la nueva izquierda prefiere tener a sus incondicionales conmilitones aposentados en las sillas del Consejo de RTVE que gestionando la economía o la cultura de este país.

Probablemente, y a pesar de los nuevos tiempos, la aparición hace ya años de cadenas privadas de radio y televisión, y de las redes sociales, muchos políticos siguen pensando que lo más importante para conservar el poder no es hacer las cosas bien, sino tener bajo sus órdenes a un disciplinado aparato de propaganda al frente de RTVE, que presente como un éxito cualquier acción de gobierno y que convierta un fiasco en un acierto.

Y así andan los nuevos jefes y sus socios, a los que les importa un bledo que el presidente del gobierno no dé ruedas de prensa, como es su obligación ética, para informar de sus decisiones a la ciudadanía.

*Escritor e historiador