Cuando la Naturaleza empieza a exhibir todo su poderío es evidente que no hay capacidad técnica que pueda controlarla. Eso es lo que ha vuelto a pasar en Aragón donde la brutal tormenta producida por la gota fría se ha cebado con una treintena de municipios, ha provocado la muerte de dos personas en accidente de tráfico y la desaparición de otra arrastrada por la corriente y ha dejado huertos y campos de uva arrasados y caminos y carreteras inutilizados. Pasará otra vez mucho tiempo hasta que todos esos pueblos recuperen la normalidad pero para ello hace falta mucho trabajo, mucho dinero y mucha unión. Todas las administraciones, y fundamentalmente la central y la autonómica, tienen que ir al unísono y conceder cuanto antes las ayudas necesarias para arreglar todos los desperfectos. El debate de si hay que solicitar o no la declaración de zona catastrófica no debe ser el eje del día después. Lo que hace falta es que haya ayudas y que vengan pronto, no ocurra como con las subvenciones que se concedieron cuando la tormenta de Alcañiz. Y además, hacer esas anunciadas limpiezas de cauces que, aunque no frenen totalmente una riada, sí que la pueden retener más. Tanta rotura de canales y acequias requieren actuaciones rápidas.