La prensa nacional viene prestando una creciente atención a las declaraciones y actividades de la nueva directora general de Instituciones Penitenciarias, la zaragozana Mercedes Gallizo. Menudean las entrevistas, los perfiles, los análisis, y hasta comienzan a aparecer las primeras caricaturas, que la representan con el pelo corto y los ojos grandes, rodeada de torres y verjas, de sirenas y focos; y ya se sabe que, bien para bien, bien para mal, la caricatura es el pasaporte a la fama.

El protagonismo de la política aragonesa obedece al ímpetu con que parece haber entrado en este duro y difícil subministerio que es Instituciones Penitenciarias. En muy poco tiempo, en apenas sólo unos cuantos meses, Gallizo se ha comprometido a definir, en régimen de adelanto, una larga serie de actuaciones que se propone llevar a cabo si el consejo de ministros le autoriza a ello, y si don Pedro Solbes, el ministro de la cartera de los euros, se anima a financiarle.

Entre esos propósitos y proyectos, destacaría, en primer lugar, el propósito de la enmienda, o reinserción, de los presos.

Gallizo aspira a que el sistema penitenciario español, en su conjunto, se oriente a la consecución de este objetivo. La rehabilitación exigiría la ampliación del tercer grado, un incremento de la actividades formativas y culturales de los internos (pudiendo incluir, sin excepción alguna, la realización de estudios), el respeto a la privacidad (una celda por preso), la desmasificación (se construirán nada menos que ocho nuevas prisiones), y la puesta en marcha de programas específicos para toxicómanos, convictos de delitos sexuales, maltratadores y otros grupos de reclusos tipificados.

Asimismo, Gallizo se ha comprometido a luchar contra las mafias y cárteles de narcotraficantes que operan en el interior de los centros penitenciarios, perturbando la convivencia y dificultando el éxito de esos esperanzadores programas de rehabilitación. Por otro lado, la directora general deberá reenfocar el siempre conflictivo panorama del contingente de presos etarras, factor clave en las negociaciones subterráneas tendentes a acabar de una vez por todas con el problema o la lacra terrorista, y a avanzar hacia un horizonte de pacificación democrática en el País Vasco.

Muchos temas, como se ve, y a cual más difícil. Siendo, en principio, irreprochable el diseño que Gallizo ha aplicado en una primera instancia, habrá que analizar la capacidad ejecutiva de esta dirección general, y su cintura a la hora de capear los múltiples conflictos que a buen seguro le irá planteando la realidad. Gallizo, y ojalá que tenga suerte, habrá de hacer frente a toda clase de imprevistos, fugas, motines, muertes violentas, reclamaciones sindicales, incrementos de la inseguridad ciudadana... De su capacidad de gestión y negociación, pero sobre todo de los recursos de que realmente disponga a la hora de materializar sus políticas dependerá en buena medida el éxito de su misión.

Su neto perfil político, su experiencia en distintas administraciones, el conocimiento de la calle y de la gente le servirán como valiosos auxilios, pero para roer este hueso necesitará tiempo, comprensión y ayuda.

*Escritor y periodista