Imagine que un día tiene un largo y pesado sueño en el que usted es fiscal de la Audiencia Nacional; como tal tiene la obligación de defender los intereses colectivos, perseguir a los delincuentes y encabezar la acusación contra los criminales.

Imagine que un día está usted sentado a una mesa con un comisario de policía corrupto y con un juez estrella, y que el poli le revela que ha organizado una red de prostitutas con las cuales extorsionar a políticos, jueces, empresarios y periodistas para chantajearlos y, en su caso, hundirlos para siempre.

Imagine que usted, señor fiscal onírico, cuando escucha semejante canallada de boca del indecente poli, no lo acusa inmediatamente y solicita que lo aparten del servicio; en cambio, se limita a comentar con cierta sorna que esa empresa es un «negocio seguro».

Imagine que acude usted a un viaje profesional a una ciudad tropical y contempla con sus propios ojos cómo jueces del Tribunal Supremo de su país cometen un flagrante delito sexual con menores de edad; lejos de recriminarles su actitud y exigirles que cuando menos dimitan y dejen de ser jueces para siempre, solo comenta que «a los tíos os va más el rollito físico».

Imagine que a usted, señor fiscal, lo nombran ministro de Justicia de un Gobierno que hace gala y bandera política del feminismo, la igualdad, la transparencia, la ejemplaridad y la lucha contra la corrupción.

Imagine que entonces aquel comisario, que ya ha sido encarcelando por sus fechorías, fiel reflejo de un chusco personaje de una mala novela negra de hampones y bajos fondos, filtra unas grabaciones en las que a usted se le escucha claramente decir todas esas cosas; y que, además de todo lo anterior, le cuenta a ese poli malo que un juez, que es ahora su colega en el Consejo de Ministros, es «maricón» y que usted, señor fiscal, prefiere un tribunal «todo de tíos», porque son previsibles, y no de «tías», que son incontrolables.

Imagine que cuando todas estas grabaciones se hacen públicas, usted, señor fiscal y ahora ministro, es requerido en el Senado de su país para dar explicaciones y en lugar de anunciar que dimite y que se marcha a su casa para no volver jamás ni al ministerio ni al juzgado, porque parece lo más lógico dado lo que se ha conocido, se crece en varas, al estilo taurino, y de manera un tanto histérica proclama que se queda, que tiene principios y que no admite chantajes.

Supongo que, al despertar, creería que toda esa pesadilla que ha soñado jamás podría suceder en un país decente.

*Escritor e historiador