Es uno de los cuatro hijos jesuitas del oftalmólogo Alemany, y aunque se preparó para estudiar ingeniería al final se hizo cura porque le tentaba más construir otra clase de puentes: defender a los pobres, por ejemplo. Además de ayudarles, dice, hay que preguntarse por qué lo son y actuar en consecuencia. Todo empezó durante su doctorado en Alemania, como capellán de inmigrantes que le hicieron "el bien" de sacarle del ensimismamiento intelectual y mostrarle cómo se puede sufrir y ser generoso en circunstancias difíciles. Ya en Zaragoza convirtió su Centro Pignatelli en una plataforma de formación y de defensa de los más débiles, porque estos jesuitas tenían claro que la defensa de los derechos humanos y la capacidad de ejercer las libertades públicas era una buena forma de ser cristiano. Más tarde vendría el Seminario de Investigación por la Paz promovido por el Gobierno de Marraco con el fin de apaciguar las fuertes tensiones que se generaban en una ciudad muy militarizada con un movimiento pacifista muy activo. Y sentó en la misma mesa a lo más granado de la milicia y a los antimilitaristas más furibundos: articularon debates tan productivos que algunos generales se manifestaron pacifistas y algunos pacifistas acabaron entendiendo a los militares. Por no hablar de los agnósticos que van a sus misas porque en su escala de valores las personas están por encima de creencias y de ideologías. Hoy recibe el Aragonés de Honor de EL PERIÓDICO y quienes le queremos y le admiramos estamos de enhorabuena. Periodista