De qué podría escribir hoy sino es de la enorme tragedia colectiva que nos ha tocado vivir? Hace ya doce días desde que unas mochilas cargadas de odio y de muerte reventaran un tren, y a muchos de sus viajeros, y la infinita tristeza que sentí aquella mañana del 11 de marzo sigue ahí, enroscada en el alma. Pasan los días y no logro borrar de mi mente el horror y el desgarro de las imágenes de Atocha. Como ustedes, supongo. Nos sentimos angustiados, inseguros- En medio de tanta confusión, me pregunto si alguien habrá explicado a los familiares de las víctimas que los asesinos de Atocha han vengado con esta masacre la presencia de España en Irak. ¿Cómo se puede reparar tanto dolor, tanta injusticia? De ninguna manera. Siempre estaremos en deuda con los muertos. Siempre. El atentado de Madrid ha sido una venganza perfectamente planeada que, si bien ha dejado herida a la sociedad española, no ha logrado matar la esperanza en un mundo sin violencia. Muy al contrario, unidos y superando el miedo, los españoles han respondido a la provocación de los terroristas acudiendo a votar en libertad. Hoy, sacudidos todavía por el dolor, hay que exigir al nuevo Gobierno y a la oposición que instituyan un marco de colaboración política, lejos de la crispación de los últimos tiempos, y recuperen el diálogo para afrontar las grandes cuestiones de Estado, como el terrorismo. Mientras escribo descubro que, en mi balcón, ha florecido un geranio con el que no ha podido el frío ni las heladas. La vida no se ha parado. No perdamos la esperanza. *Periodista