SOCIEDAD

La cara oculta

Vicente Franco Gil

Zaragoza

El mundo está sacudido por diversas causas que azotan su idiosincrásica geografía: guerras, desastres ecológicos, crisis económicas... Pero la alarma saltó hace pocos días con el ébola. El mundo ilustrado, opulento, aburguesado y cómodo se ha sobresaltado ante el terror de un virus que no conoce fronteras, que no entiende de clases sociales, pues igual hace expirar al señor que al vasallo. Y es que la muerte, en nuestro planeta más que globalizado, ya no se pasea en corceles, ni surca el mar en galeones de madera; irrumpe en trenes, en aviones, en cualquier medio de transporte sofisticado. El tercer mundo está más que acostumbrado a ser víctima de todo tipo de enfermedades y de tormentos. Pero hoy el miedo ha llamado a la puerta de quienes se creen inmunes por estar pertrechados de poder, de tecnología y de progreso. Quizá ese temor no esté fundado del todo en el fallecimiento de pobladores africanos, sino más bien en la potencial e imaginable pérdida de vidas occidentales. Esta reflexión puede sonar dura para una población lujosa y acostumbrada a ver morir a sus semejantes de inanición, de falta de higiene y por abandono, sin darle mayor importancia. Pero mientras el ébola y otras enfermedades hacen estragos en países de un orden inferior, el fútbol reporta grandes beneficios creando asimismo fortunas millonarias, los índices bursátiles generan poder adquisitivo y la cinematografía exulta de ostentación y suntuosidad. Mientras unos no saben ya qué hacer para malgastar el dinero, otros en cambio mueren en el más sórdido de los anonimatos. Menos mal que nuestros hermanos pobres son asistidos por la labor silente y solapada de ciertos héroes que lo único que buscan es gastar sus vidas en los más perjudicados. Hablamos de misio-