La crisis de Gobierno en Francia ha sido mayoritariamente interpretada en España como el resultado del enfrentamiento de las dos políticas económicas que pugnan por imponerse en la Unión Europea, la que se ejecuta ahora bajo los designios de Alemania y la que aboga por acabar con el austericidio y apostar por el impulso del crecimiento tal como ha hecho Estados Unidos para salir de la crisis.

Esta es una interpretación simplista y las cosas nunca son tan simples. No lo son en este caso porque, por una parte, François Hollande y Manuel Valls --que representarían la primera opción en ese análisis-- no hacen la misma política que, por ejemplo, Mariano Rajoy, aunque prioricen ahora los recortes y el cumplimiento del déficit. El Gobierno francés sigue pidiendo a la UE que se relajen los plazos de cumplimiento del déficit y continúa solicitando un plan de estímulo con una inversión comunitaria de más de 300.000 millones de euros para reanimar la economía. También que el BCE adopte políticas para debilitar el tipo de cambio del euro en relación al dólar y favorecer así las exportaciones. En el otro lado, es cierto que Arnaud Montebourg pide acabar con la austeridad, relegar la lucha contra el déficit y estimular la demanda. Pero Montebourg dice también otras muchas cosas que deberían poner los pelos de punta a los teóricos contrarios a la austeridad. Habla, por ejemplo, de "vigilancia patriótica" para que una empresa (Alstom) no caiga en manos extranjeras, es un proteccionista redomado que se ha equivocado de siglo y defiende la desglobalización (¿cómo se hace eso?. Se puede, pues, combatir la austeridad e impulsar el crecimiento sin necesidad de comulgar en absoluto con Montebourg. Periodista