Esta es la historia, en clave de denuncia documental, de una de esas sectas que se han ido adhiriendo a la piel de la Iglesia Católica, como pólipos al pellejo de un gran cetáceo que cruzara el océano de los tiempos en agitada navegación hacia la eternidad. Sus miembros, que comenzaron representando la ultraortodoxia, para derivar a prácticas e intereses muy distintos a los propios del culto, se hacen llamar Legionarios de Cristo. José Martínez de Velasco nos desvela muchos de sus supuestos excesos y abusos, así como de las prerrogativas de que se inviste su líder.

"Marcial Maciel me llevó a Acapulco, a una residencia lujosa de la familia Pascual, con vistas a la bahía, aire cálido y piscina, donde desplegó su atractivo para seducirme. Igual sucedió cuando en 1962 me llevó al lago Tequesquitengo, en el Estado de Morales, donde el acoso me obligó finalmente a abandonar sus filas". Este testimonio, incluido en el libro de Martínez de Velasco, viene firmado por Alejandro Espinosa, uno de los exlegionarios que afirman haber sufrido abusos por parte del "Fundador".

La de Espinosa no es, en el fondo, sino una de las numerosas voces que señalan a la Sante Sede como cómplice de Maciel por haberse negado a someterlo a juicio, a pesar de haber sido denunciado por ocho de sus discípulos. Todos ellos, en calidad de testigos, actuaron sin consecuencias, en vista canónica, ante la Sagrada Congregación para la Defensa de la Fe, comandada por el cardenal Ratzinger. Esto ocurría en febrero de 1999; desde entonces, las cosas siguen más o menos igual.

Martínez de Velasco vuelve ahora a la carga afirmando que la impronta de Maciel ha sido devastadora en todas las naciones donde los Legionarios tienen presencia. Incluidas "lamentables experiencias de abusos a niños" que habrían tenido lugar, según el autor, en México, Chile, Colombia, Estados Unidos, Irlanda y España. Velasco amontona testimonios relacionados con la práctica de la pederastia, el consumo de alcohol y morfina y otras presuntas lacras de una secta que, insiste el autor, siempre ha contado con el apoyo de Roma. "No en vano el propio Juan Pablo II calificó a Maciel como guía de la juventud".

En España, los Legionarios parecen haber contado con poderosos apoyos en las más altas esferas políticas, particularmente durante el gobierno del PP. Ana Botella, como Acebes o Michavila, han simpatizado con la orden, y un asesor directo de Aznar, Daniel Sada, fue nombrado rector de la Universidad Francisco de Vitoria, con sede en Madrid, propiedad de los Legionarios.

Estos, por lo que cuenta Velasco, deben disponer de un sofisticado sistema de información que les permite tejer intrigas y jugar sus cartas en el mundo de la política, las finanzas, intramuros , incluso, de la jerarquía eclesiástica. Entre los prelados que habría sido espiados, o "informados" figura el obispo Carmelo Borobia, figura bien conocida, y apreciada, en Aragón. La secta, al parecer, elaboró un informe sobre opiniones suyas (por lo demás, perfectamente inocentes).

Detrás de cada trama aparece siempre Maciel el "Fundador". Un profeta que viaja en primera clase, se aloja en hoteles de cinco estrellas y sueña con ascender a los altares.

*Escritor y periodista