Ya se pueden comprar números de la nueva lotería europea. Francia, España y Gran Bretaña lanzan un sorteo conjunto, común. Ya se ve que a Europa le venía faltando algo. Las homologaciones avanzan muy despacio, las carreras universitarias están medio paralizadas hasta que se unifiquen los criterios. Aunque las carreras siempre han estado un poco paralizadas. Europa va a paso tortuguero, no hay afición. Lo que venía faltando era la lotería, el gran juego de azar. Aunque falta, claro está, la ruleta rusa. Europa sin Rusia no se deslocaliza bien, y viceversa. Europa, sin China, no puede prosperar. Africa manda menos mano de obra de la necesaria, y aunque la mande, no la dejamos entrar, excepto si viene a través de mafias bien organizadas, casi como touroperators laborales. Este afán notarial por organizarlo y registrarlo todo es el que ha propiciado el progreso de Europa, y ahora es el que la está frenando. El euro no ha sido suficiente. Parece un título de James Bond . Con el barullo mental que provoca el cambio de euro a las respectivas monedas se ha producido un leve retraso en las mentes de europa. Se ha alterado la rutina y muchos negocios no se hacen a su hora por pereza, por no desmultiplicar entre euros y dólares y francos y pesetas. Esas milésimas de retraso en el cálculo y la respuesta, sumadas, dan un atraso enorme por minuto y mundo. El minuto global es la nueva medida de las cosas. El minuto de Janet Jackson ha durado una semana, y aún sigue. Qué gran operación (de marketing, la quirúrgica salió más chapucera). La lotería comunitaria viene a unir un poco más a esta Europa yanki, difusa y desnortada. Las ansias ludopáticas del viejo mundo se han homologado antes que las carreras universitarias, que como su nombre indica requieren largos estudios e informes. La lotería, para el que nunca le toca, siempre es un fraude. A veces, a escala pequeña, el gentío que no acaba de hacerse millonario, increpa al vendedor de su calle, al último eslabón, "hala có, que no toca nunca".

La lotería europea se sitúa metafísicamente en ninguna parte, puesto que Europa no acaba de ser nada, y por eso el juego de azar alcanza su mejor expresión. Es como si la sorteara Dios directamente, a su alegre albedrío, que viene a ser como un algoritmo. Lástima que el Vaticano no participe en este invento.

*Escritor y periodista