Cuando todo es hablar mucho de derechos y nada de obligaciones o cuando mentar empatía y altruismo sugiere rancio atavismo, aquí y allá surgen luces que iluminan el devenir de los seres humanos que aspiran a distinguirse por eso mismo, su humanidad. Y surgen alentadoras noticias que suelen pasar desapercibidas. Como el reciente nombramiento de Francisco Forte para el cargo de Depositario en la Junta de Gobierno del Ateneo madrileño; es decir, para la administración de una acreditada institución a punto de celebrar un honorable bicentenario. En su programa para postularse en el ejercicio del cargo, figuraba un lema muy expresivo: «claridad», lo cual entraña toda una declaración de intenciones, tan de apreciar cuando se trata de financiar y gestionar recursos económicos ajenos.

¿Y qué tiene de particular la elección de Paco? Fundamentalmente, que se trata de un invidente, siendo muy extraordinario que personas con tan serias limitaciones sensoriales accedan a cargos de relevancia, muy a pesar de que en muchos casos han demostrado sobrada capacidad para ocuparlos con plena garantía. Quizá la explicación de que sucesos así sean tan poco habituales, resida en algo tan sencillo como el juego entre la luz y su sombra, tenebrosa umbría donde reinan envidia y ambición. En otras palabras, que cualquier presunta debilidad del prójimo será utilizada contra él; por desgracia, tiende a considerarse la restricción física, sea de movilidad o sensorial, como limitación de la competencia intelectual, de gerencia y de liderazgo, equiparación a todas luces (y sombras) injusta y desproporcionada, como así los implicados acostumbran a demostrar en las raras oportunidades que tienen para hacerlo, pese a los notorios obstáculos sembrados a su paso.

*Escritora