Pasqual Maragall, en el 2001 y en el 2003 publicó dos artículos ejerciendo de profeta, titulados, Madrid se va, y Madrid se ha ido. Decía en el segundo: «Hace un par de años escribí que Madrid parecía estar olvidándose de España. Parecía embarcada, Madrid, en una aventura americana; en un vuelo hacia la globalización. España era tan solo el lago donde ir a pescar empresas para consolidarlas en otras de mayor tamaño y para proyectar el resultado en el mercado global, que era el importante. España pasaba a ser un conjunto de puntos más o menos cercanos al centro, a la capital: «Todo a tres horas de Madrid, como máximo», era la consigna del Gobierno». Al primero replicó en un artículo Madrid se queda Alberto Ruiz-Gallardón, entonces presidente de la Comunidad de Madrid.

Del año 2010 es libro España, capital París de Germà Bel. Estudia la estructura radial del AVE que sigue una constante histórica, iniciada en el siglo XVIII por los Borbones, según el modelo centralista francés, con las «carreras de postas» de Felipe V, las carreteras de Fernando VI y Carlos III, y el ferrocarril de mitad del XIX. Todas las infraestructuras de transporte debían partir desde el kilómetro 0. Ha sido así siempre porque la política de transportes e infraestructuras en España no se ha hecho pensando en la economía o en los ciudadanos, sino con fines políticos y para construir la nación española. En 1850, en la Comisión Olózaga del Congreso, O´Donnell dijo: «No comprendo que se pueda adoptar otro medio que el de unir por medio de radios la circunferencia con el centro y que de este deben partir aquellos». En 1864, la memoria del anteproyecto de un nuevo Plan General de Ferrocarriles propuso como primer objetivo «poner a todas las capitales de provincia en comunicación con la capital de la monarquía». José María Aznar repetiría en el debate de investidura del 2000 el mismo objetivo crucial del AVE. La llegada de los socialistas al Gobierno en el 2004 no supuso cambio alguno. ¿Importa más el AVE de Madrid con Cuenca que el AVE Barcelona con Valencia?

Del 2013 es el ensayo del gallego Óscar Pazos, Madrid es una isla. El Estado contra la ciudadanía, que expone con cifras y datos cómo gracias al secuestro de los órganos de poder se ha creado en Madrid una trama de instituciones e intereses mediante la cual el complejo políticoeconómico español gobierna el país en su propio beneficio. Madrid se ha convertido en el gran problema político de los españoles. Somos súbditos de una capital ególatra, y eso tiene grandes costes políticos y económicos para todos los españoles. El Estado ha centralizado la banca, las grandes constructoras, las comunicaciones, las facultades, que son fábricas de altos funcionarios, de candidatos a los puestos más elevados de la judicatura. Controla la prensa, la investigación científica e incluso las artes y las letras con sus órganos gremiales de poder, como sus reales academias varias. Casi todos los organismos de investigación están en Madrid, como el Instituto Nacional de Oceanografía, donde tienen quince oceanógrafos estudiando el bacalao; o el Canal de Experiencias Hidrodinámicas de la Armada, para probar barcos y buques a 500 kilómetros de la costa. Es revelador, sí. Hay cientos de ejemplos.

Según Manel Pérez, un revelador estudio del ayuntamiento de la capital, titulado Dimensión territorial y socioeconómica de la región metropolitana de Madrid publicado hace cinco años, define sus dimensiones y aspiraciones. Una región metropolitana de 7,3 millones de personas (frente a los 5,5 de Barcelona), más del 15% de la población española. Y con una extensión geográfica que ya desbordaba los límites administrativos de la Comunidad de Madrid, cubriendo hasta 151 municipios de cuatro provincias de Castilla-La Mancha (Guadalajara y Toledo) y Castilla y León (Segovia y Ávila), con sus capitales incluidas. El crecimiento de la región metropolitana madrileña se explica por la mejora de las infraestructuras de transporte (red de cercanías, rondas de circunvalación y desdoblamiento de carreteras) que favorecieron nuevas urbanizaciones o áreas residenciales, centros comerciales o parques empresariales, convertidos en vectores de atracción metropolitana.

Por tanto, ha pasado de capital administrativa en el siglo XVI, a capital política en el XVIII y, desde hace dos décadas, a capital económica. Es la capital total, equiparable a la capitalidad indiscutida de París en Francia. La mayoría de las multinacionales españolas tienen su sede operativa en Madrid; atrae una fuerte inversión exterior; se han desarrollado sectores de alto valor añadido como el audiovisual y las altas tecnologías. Hoy es innegable que en Madrid se está consolidando un núcleo de poder político-financiero-funcionarial-mediático que, esta vez sí, ha conseguido la hegemonía peninsular y que desde el centro está cuestionando todo el proceso de descentralización administrativa del Estado de las Autonomías, intentando recentralizar el Estado español. También se ha convertido en un paraíso fiscal para las grandes fortunas, mostrando su insolidaridad con el resto de España. Y por supuesto, la capital de la corrupción.

Desde el centro nadie cuestiona esta situación. La crítica proviene desde la periferia, como hemos visto. Ya Jaume Vicens Vives nos enseñó que la tensión entre centro y periferia es la principal clave explicativa de la España moderna.

*Profesor de instituto