Es cuestión muy debatida desde hace muchos años si hay vida fuera de la Tierra en otros planetas o galaxias. Ahora, sin embargo, está ya fuera de discusión la existencia de extraterrestres, aunque no es aún segura su ubicación precisa. Se trata de los obispos católicos hispanos, durante siglos y hasta la fecha en Babia, pero ahora ya como mínimo en Marte (llamémoslos, pues, aquí, a modo de convención, "marcianos", eso sí, con sotana). Según parece, para colmo y para desventura de los simples humanos, esos extraterrestres creen ocupar el centro nuclear de nuestro planeta.

Tal especie alienígena pretendía el otro día "orientar el voto" de sus seguidores para el 14-M con un primer y definitivo axioma clarificador: hay que otorgar incondicionalmente el voto a aquellos partidos que "defienden la vida". Con todo, tan apodíctico principio no aclara si, según ellos y por la misma regla de tres, hay partidos que no defienden la vida e incluso si son tan malvados que defienden la muerte. Esos marcianos plantean la misma cuestión capciosa de siempre como si se tratase de un argumento irrefutable: quien está a favor de la vida está conmigo y, por tanto, yo le aconsejaré qué partidos políticos son los buenos y cuáles, por el contrario, son tan perversos que ¿¡están en contra de la vida!?

Esos extraterrestres piensan, por ejemplo, que ciertos partidos (de izquierda) favorecen a unos asesinos in pectore que maquinan liquidarse a sí mismos o a sus allegados mediante alguna artimaña médico-asesina. O que algunas mujeres son tan botarates o superficiales que abortan como quien escupe un chicle antes de entrar en la sala de cine. Son precisamente estas ideas, tópicos y prejuicios tan incrustados en sus cabezas marcianas lo que más y mejor los delata como alienígenas.

ESOS MARCIANOS parecen ignorar (no sólo desconocer) el dolor, la incertidumbre, el sufrimiento que en muchos casos empapan a unos seres humanos incapaces de soportar desde la impotencia y sin esperanza alguna el imparable deterioro físico y/o psíquico de uno mismo o de un ser querido. Asimismo, propenden a colocar en cada mujer que decide abortar o revindica el derecho a abortar la etiqueta de enemiga de la vida. Discurren de una forma viciada y simplona, se creen el centro del mundo y los poseedores de la verdad absoluta, no se enteran de que España ya no necesita pastores y catecismos y pretenden inculcar su liliputiense visión del mundo a personas que luchan diariamente por sobrevivir dignamente a las dificultades y a la adversidad.

Esos alienígenas tienen un concepto de la vida que, por limitado, conduce a la estupefacción. Circunscriben la vida humana a una dimensión estrictamente biológica, sin reparar en sus aspectos sociales, psicológicos, económicos y profesionales. Hablan de la vida como si se tratase de una materia prima en bruto, sin reparar quizá en que es igualmente importante que cada ser humano tenga la oportunidad real de hacer de su vida una vida buena y una buena vida. Asombra constatar cómo esos extraterrestres con sotana insisten tanto en rechazar cualquier tipo de práctica abortiva en nombre y en defensa de la vida, pero mantienen su rechazo al preservativo aun en los casos de riesgo de contraer el sida. ¿Están así obrando también en defensa de la vida? ¿Ignoran acaso el reguero de muerte y desventura que va esparciéndose entre millones de seres humanos con tal desvarío ético? ¿Tiene algo que ver con su "defensa de la vida" el grave daño infligido a la vida de una niña por los sacerdotes denunciados por abusos sexuales? ¿Por qué entonces pretenden acogerse sólo a no sé qué normas exclusivas de la Santa Sede? ¿Y el silencio ante una guerra ilegal como la invasión de Irak?

ESOS MARCIANOS con sotana se han hecho edificar una casa cómoda, confortable y a la medida de sus deseos y necesidades: no pagan impuestos, tienen sus propios tribunales, reciben ingentes cantidades de dinero del Estado español, dominan importantes órganos de influencia y decisión y se parapetan sistemáticamente tras un Concordato firmado entre el Estado español y el Estado del Vaticano. Nuestros gobernantes se cuidan muy mucho de contrariarles, pues saben muy bien que con un solo gesto de los alienígenas pueden quedarse sin un buen número de votos.

Y es que los marcianos, con su beatífica sonrisa, son grandes expertos en el chantaje solapado. Por cierto, ¿esos alienígenas pertenecen a la Tierra o a Marte, al Estado español o al Vaticano?

*Profesor de Filosofía