Una mente diabólica atacó España y dejó al Gobierno sin capacidad de reacción. Hay que tener los nervios templados y el ánimo sereno para oír semejante alegato de labios presidenciales sin soltar un alarido. Ahí queda eso, bombero. Camino de Yuste, o de la granja del remoto Cincinnatus, don José María analizó con su proverbial complejidad de pensamiento lo ocurrido en esos terribles días de marzo, en los que unos asesinos sembraron España de dolor y una ciudadanía erguida y solidaria se alzó sobre la pena y le envió a donde pensó que merecía estar.

No fue el Diablo, sin embargo, sino unos fanáticos que mataron en nombre de Dios. Y el Gobierno no dejó de reaccionar, lo único que pasó fue que el Gobierno y él mismo reaccionaron como solían: con la cintura de un elefante y la convicción de que una mentira favorable, repetida hasta la náusea, se convierte en una verdad favorable. Sólo que esta vez ya no coló.

Y, no contentos con ello, insisten en decir que mentía quien a la postre resultó veraz y que decía el Evangelio quien al final resultó errado, o mentiroso. Bueno, pues allá ellos y sus análisis políticos. A lo mejor creen que el truco sigue funcionando porque los incondicionales aplauden.

A Mariano Rajoy le toca administrar la derrota, y mejor sería para él que prefiera el sentido común al empecinamiento. A veces, comprender algo tan sencillo lleva demasiado tiempo a los políticos derrotados. Que se lo digan al expresidente Felipe González.

*Periodista