Resulta imposible tratar de censurar la información en plena revolución de la comunicación. Imposible e inútil como se pudo comprobar el sábado, cuando decenas de miles de personas se movilizaron en toda España a golpe de móvil. Con una única consigna, "pásalo", los mensajes se multiplicaron por diez, y esos diez por otros diez hasta reventar la red y convertir las calles en un hervidero a pocas horas de votar.

Quien todavía piense que la información se puede manipular al antojo de cualquiera (que se lo digan a Carod o a Antonio Pelegrín) es que no sabe nada de comunicación y mucho menos de nuevas tecnologías. Los jóvenes que el sábado se concentraron ante las sedes del PP saben perfectamente que el mundo de internet saltó hace tiempo a los móviles, y no les costó ningún esfuerzo llamar a rebato para exigir en las calles la verdad que se estaba ocultando. Ocultando, sí. Mucho se ha escrito de los silencios y de las medias verdades tardías de Acebes, pero no se ha dicho una palabra de la tremenda mentira de Zaplana. El ministro portavoz llamó el jueves por la noche a Antena 3 para negar "categóricamente" que entre los muertos del atentado hubiera ninguno de origen musulmán. Zaplana quiso de este modo zanjar las dudas que esgrimían los analistas sobre la autoría de ETA. Y otro tanto hizo en una llamada posterior a TVE. ¿Cómo pudo negar tal cosa el portavoz del Gobierno cuando había tantos cadáveres absolutamente irreconocibles? ¿Por qué mintió? ¿A quién beneficiaba esa mentira? Es sorprendente que aún sorprenda la movilización.