El principal pecado del político no es el adulterio, ni la drogadicción, ni el exceso, sino la mentira. Aquel político que miente, y que lo hace en público, queda automáticamente deslegitimado por el invisible tribunal de la opinión, que es, a la postre, el que avala o sanciona el poder.

El último y flagrante caso de político mentiroso acaba de evidenciarse en las páginas de Abc , cuya edición del pasado lunes incluía una entrevista a dos páginas, de guante blanco, con el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps.

En dicha entrevista, el sucesor de Zaplana, y líder de los populares levantinos, afirmaba textualmente a propósito del derogado Plan Hidrológico Nacional, lo siguiente: "No hubo una sola comunidad del PSOE que se opusiera al trasvase. Ninguna. Ha podido más Esquerra Republicana que las comunidades autónomas del PSOE. Y eso es muy grave".

Lo que realmente parece muy grave es que el presidente valenciano exalte su sectarismo al límite de desconocer por completo, o silenciar, o desdeñar, la resistencia de Aragón a su expoliador planteamiento hidráulico. Porque Aragón, con gobierno PSOE-PAR, fue la primera autonomía en levantarse, y de qué manera, contra los planes desequilibradores de Aznar, y la primera en sacar su gente a la calle para condenar esa política y proponer otra muy distinta. Forzosamente Camps, como el resto de los españoles, tuvo que enterarse de ese levantamiento popular, encabezado por un gobierno socialista y nacionalista. Forzosamente Camps tuvo que conocer aquella primera entrevista entre José Luis Rodríguez Zapatero, Marcelino Iglesias y José Angel Biel, tras la que el secretario general del PSOE, todavía en la oposición, se comprometió a cambatir el PHN, y a cuestionar el trasvase del Ebro. Forzosamente Camps tiene que recordar que el primer gesto de Maragall, ya investido como nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña, no fue otro que exigir la inmediata derogación del PHN. Y que una de las primeras decisiones del gobierno Zapatero se hizo instántaneo eco de las demandas de aragoneses y catalanes, entre múltiples voces procedentes de la Universidad, los grupos ecologistas y los expertos internacionales en materia de agua y desarrollo sostenible.

Pero Camps, fingiendo ignorar todos esos hechos tangibles --que, sin duda, conoce--, falsea la historia reciente para atribuir la derogación del trasvase a la presión de Esquerra sobre el tripartito de Maragall y, por extensión, sobre el mismo ZP. "Estoy convencido --afirmaba a Abc -- de que la mayoría de los catalanes ven bien el trasvase, pero es que el tripartito, y en especial ERC, puso como condición su derogación para firmar el pacto. Se da la paradoja de que ERC ha forzado a Zapatero a una política del agua distinta a la que la la mayoría de los gobiernos autónomos del PSOE había aprobado".

Miente, pues, Camps, con alevosía y deliberación, al presentar a los lectores de Abc una manca versión del conflicto del agua. Desprecia a Aragón, y a los aragoneses, y promete a los suyos que, en cuanto la historia corrija sus últimos errores, y vuelva el PP a gobernar, se ejecutará el expolio del Ebro.

Mentira sobre mentira, como ven.

*Escritor y periodista