El misterio de la vida y del hombre

¿Evolución o supervivencia? Esa, entre otras muchas, será una de las preguntas que Arsuaga se irá formulando en torno a la herencia de Darwin y a la pervivencia o no de su teoría evolutiva de las especies.

Arsuaga nos recuerda que Darwin no creyó nunca tanto en la transmisión genética como en la selección natural de las especies. Dando por sentado lo que aún hoy parece sostenerse científicamente: que con la transmisión genética bien puede asegurarse cada sujeto una suerte de continuidad, incluso de inmortalidad; pero que con ese eslabón aislado no está garantizada ni mucho menos la supervivencia de la cadena, del ser humano como especie.

En cuanto al creacionismo, que parecía un tanto olvidado, o superado, he aquí que desde hace algún tiempo retorna, animado por los incombustibles teólogos de Roma y por científicos que, en la estela del antropólogo jesuita Teilhard de Chardin, tratan de conciliar los principios de Darwin con los del cristianismo.

Además de ésta dicotómica y relevante cuestión, Arsuaga se formula otras muchas y muy básicas, y asimismo susceptibles de interpretaciones, controversias o matices.

¿Era inevitable que apareciera la vida en la Tierra, fenómeno que se produjo hará unos 4.000 millones de años?

¿Cuál es el sentido de la vida, a qué aspira, si aspira a algo, por qué se mantiene, por qué muere?

¿Habrían podido nacer seres inteligentes distintos a los humanos de no haber evolucionado éstos hasta convertirse en tales?

¿Por qué podemos reconocernos troncalmente en otros animales, incluidos los reptiles y saurios de los que tal vez descendemos?

Una lectura formativa y didáctica, por un lado; pero, por otro, condensada en la experiencia y capacidad de raciocinio y deducción de uno de los grandes antropólogos de la actualidad. HSClB