La opera prima de la directora zaragozana Pilar Palomero, Las niñas, revela y regala un mundo propio, teatral, introspectivo, claustrofóbico, de clara estirpe bergmaniana y asimismo quizá con ecos del primer Carlos Saura.

Sobre todo, propone una muy personal manera de filmar, según una estética que acabará imponiéndose como línea conductora de una historia que no llega a ser tanto como un símbolo generacional, a lo que de verdad aspira.

Los dos personajes principales, Celia (Andrea Fandós), alumna preadolescente de un colegio de monjas y su madre (Natalia de Molina) son personajes verosímiles, bien construidos, agrupándose el resto de las divertidas y traviesas niñas en roles más homogéneos, como también de molde son las severas, rutinarias y policiales monjas que representan el opresivo canon de una educación religiosa congelada en el tiempo. Congelada porque, aún ambientada en 1990, con referencias a Felipe González, Umbral, Héroes del silencio, Niños del Brasil, etcétera, las rancias clases de Las niñas podrían haberse impartido igualmente en los ochenta, en los setenta, incluso más atrás…).

Siendo claramente una cinta de autor, eso explicaría la ausencia de argumento y guión —de historia, realmente—, sustituida por un cuadro de época y una técnica de hilván de escenas cosidas con la rebeldía interior de Celia, obediente a grandes gritos, pero también a prolongados silencios que ralentizan el ritmo, con tramos que deberían haberse dinamizado.

La fuerza de esta original película reside en su referencia generacional, antagónica (como viene siendo costumbre en España), entre la tradición y la libertad. También, en su hermoso canto al individualismo y en su reivindicación y defensa de la igualdad de sexos, al revelarse los mundos de Celia y su madre como dependientes y vicarios de una realidad en la que no influyen.

Filmada íntegramente en Zaragoza capital, en apariencia con apenas medios, pero con mucho talento y un inconfundible estilo, Las niñas supone el nacimiento a la dirección de cine de una firma mayor y de un gran potencial, Pilar Palomero, cuya segunda película hay que esperar desde ahora con tanta expectación como admiración está despertando la primera.