No sé si han oído hablar del Among us. Su nombre en español sería algo así como Entre nosotros y es el juego de moda entre niños y no tan niños. En realidad, es la versión 2.0. del Cluedo de toda la vida: hay un impostor camuflado entre los tripulantes de una nave que se los va cargando poco a poco. Las potenciales víctimas tratan de atar cabos mientras el asesino elige a su próximo objetivo y lo arrincona en la sala de máquinas. Los farsantes más avezados consiguen, incluso, que el resto de los tripulantes desconfíen de algún inocente y le voten para abandonar el juego. El sabotaje se consuma cuando todos los destinados a guiar la nave con cierto orden desaparecen.

En el tablero político de estos días inciertos y pandémicos se nos han colado varios impostores. Pero hoy solo hablaré de uno que, diciendo lo uno y lo contrario, ha basado su gobierno en una campaña política permanente en la que generar escándalos es la mejor manera de combatirlos. Pedro Sánchez hace de la estrategia y la contradicción la clave de su supervivencia. Lo mismo ejerce el mando único en la pandemia que no pinta nada; es tan veloz su estrategia para recubrir las vacunas con los logos del ministerio como lenta la de su administración; y su ministro de Sanidad se muestra tan preocupado por la tercera ola que, por si acaso, hace campaña en Cataluña los domingos. Este hábil impostor ya anunció a la tripulación que nunca pactaría con Bildu, ni mucho menos con Podemos; pero con ellos ha forjado su permanencia.

A la subida de los impuestos a los ricos (la luz, las bebidas azucaradas o la tasa de matriculación) se suman unas crecientes e incompletas estadísticas de infectados y fallecidos, y un año después aún no sabemos el número real de muertos por covid en España, aunque la sociedad parece aceptarlo con resignación. Y cada semana llega con un reguero de indultos, ataques a la monarquía desde el seno del Ejecutivo y decisiones del todo arbitrarias sin consecuencias.

No obstante, no faltan tripulantes que sacan partido de este río revuelto. Algunos barones territoriales juegan a convivir con el impostor y darle caza, si es posible, haciendo algo de ruido pero rosa en mano y puño en alto. El tripulante Lambán dispara con acierto en algunos asuntos: está al quite de todo lo que ataque a la sensibilidad del votante medio, incluido -permítanme la maldad- el cambio climático. No hay que olvidar no obstante que su Gobierno se sostiene gracias a un cuatripartito del que forman parte los mismos que no iban a dejar dormir a su secretario general y que la gestión de la pandemia en Aragón, donde sufrimos ya la cuarta ola, parece limitarse a encadenar restricciones.

Mientras otras regiones han sabido conciliar la salud y el pan; los cierres en la hostelería aragonesa han sido tan salvajes que uno de cada tres bares cree que no sobrevivirá al 2021. El sector de la nieve, que acapara el 7% del PIB de la comunidad, ya ha perdido el 35% de su facturación, y mientras las pistas catalanas o Sierra Nevada se abren con seguridad, aquí están cerradas a cal y canto. La dureza de las medidas no se traduce en menores contagios que los que registran otras comunidades y ni siquiera vacunamos los siete días de la semana.

A la situación coyuntural se suma una falta de proactividad que deja un Aragón cada vez más vacío, pobre, envejecido, y fuera de cualquier reparto de prebendas fiscales que se plantee. No estamos siendo capaces de generar estrategias productivas a largo plazo más allá de las que tienen que ver con la venta de suelo a precio regalado. Se gobierna de forma reactiva: la competitividad es asignatura pendiente y, casi seis años después de llegar al Pignatelli, no se ha encontrado el motor que debe tirar de la economía.

Sea audaz, señor Lambán. Cree un comité de expertos multidisciplinar y rodéese de los mejores. Apóyese en las empresas aragonesas, acostumbradas a lidiar con la incertidumbre en una tierra que da poco a quien poco arriesga. Escuche a nuestros emprendedores, científicos, sanitarios y a quienes han demostrado un verdadero potencial en Aragón como transformadores de dificultades en oportunidades. Plantear que el futuro pivote sobre subvenciones o ayudas estatales solo traerá más pobreza; y sectores como la hostelería, los autónomos, el comercio o el Pirineo necesitan trabajar. Solo los gobiernos que gestionen esta crisis como una oportunidad dejarán de estar superados por las circunstancias y habrán logrado superarse a sí mismos. De que los aragoneses saldremos de esta no tengo dudas: pero mejor si lo hacemos pronto y con oportunidades.