La desigualdad es uno de los grandes problemas de nuestras sociedades con sus secuelas de pobreza y exclusión. Para comprender la lacra actual de la desigualdad, miremos hacia atrás. Desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970, las sociedades avanzadas de occidente se volvieron cada vez menos desiguales. Gracias a la tributación progresiva, los subsidios estatales para los necesitados, la provisión de servicios sociales y garantías ante las crisis, las democracias modernas se fueron desprendiendo de sus extremos de riqueza y pobreza. Para Tony Judt en Algo va mal, una cosa es convivir con la desigualdad y sus patologías, otra muy diferente es regodearse con ellas. La tendencia a idolatrar a los multimillonarios, y a despreciar, o como mínimo, ignorar a los pobres, es la extendida y principal causa de corrupción de nuestros sentimientos morales.

Según Luigi Ferrajoli en Manifiesto por la igualdad, la desigualdad sin precedentes en la historia, suele justificarse por las doctrinas neoliberales con argumentos desde la academia, los medios y la política. La desigualdad sería «justa» por razones del mérito; más allá de su inequidad, no impediría, sino que propiciaría un incremento conjunto de los niveles de bienestar; actuaría, además, como condición del crecimiento económico, ya que serviría para favorecer la competencia y la innovación tecnológica; en todo caso, sería inevitable, al no existir, en las políticas actuales, alternativas compatibles con las férreas leyes de la economía, y mucho menos aún la alternativa de las viejas políticas del welfare, responsables, con el crecimiento del gasto social, del aumento del déficit público y, finalmente, de la crisis económica.

Estos argumentos han sido desmontados en el debate público. En la mayoría de los casos, las enormes riquezas acumuladas sobre todo con la especulación financiera o explotación laboral, dependen mucho más que del mérito, de las oportunidades personales y sociales y, bastante a menudo, incluso al demérito, o lo que es lo mismo, a su acumulación por medios ilegales y/o inmorales. Por ello, es injustificable éticamente que una sola persona, Jeff Bezos, acumule una fortuna de 112.000 millones de dólares. Deberíamos preguntarnos no cómo la consiguió sino cómo está estructurado el capitalismo, qué funciona mal en él para que una sola persona alcance tal nivel de riqueza, mientras millones de personas pasan hambre, pobreza y exclusión. Esta situación solo se explica por la total ausencia de la política o, mejor, por una política al servicio de los mercados.

Lo incuestionable es que han sido las políticas neoliberales, dictadas por los mercados financieros, las que en estos años, en lugar de producir un general aumento de la riqueza, han empeorado todos los indicadores del bienestar económico, de la disminución del PIB al crecimiento de la deuda pública, del aumento del desempleo al de la pobreza. Estas políticas, primero, originaron la crisis y, después, en una muestra de cinismo y perversidad, la han agravado al proponer como terapia las mismas medidas que la provocaron. Veámoslas.

La desregulación de las relaciones del mercado y de las actividades financieras; reducción de impuestos a los ricos y así, de los ingresos fiscales; la libre circulación de capitales, que posibilita los paraísos fiscales; recortes del gasto público en sanidad y educación; reducción de salarios y pensiones; precarización del trabajo y destrucción del derecho laboral; sometimiento al capital financiero, por lo que los gobiernos han dedicado miles de millones a salvar a los bancos, tras haberlos privatizado y permitido una economía de casino.

Mas, hay que intentar corregir la desigualdad, para eso está la política de izquierdas. Como destacó Bobbio, la igualdad es «la estrella polar» de la izquierda. Esa es la pretensión política prioritaria del programa de PSOE-Unidas Podemos, Coalición Progresista. Un nuevo acuerdo para España.

En el capítulo 1, Consolidar el crecimiento y la creación de empleo de calidad: «Reforzaremos los instrumentos para reducir la desigualdad con políticas de empleo, de vivienda, de la familia, una estrategia frente a la despoblación, defensa del Estado de Bienestar…» En el capítulo 7. Políticas Feministas: «Garantizar la igualdad retributiva, de trato y de oportunidades entre hombres y mujeres en el empleo y la ocupación. Equiparación de permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles». En el capítulo 10 de Justicia Fiscal: «Aumento de la progresividad fiscal». Tales políticas no son radicales, ni populistas ni comunistas, como señalan las derechas políticas y mediáticas. En absoluto. Tienen en cuenta los principios de nuestra Constitución, que en el ámbito socioeconómico es socialdemócrata. Solo en este contexto se entiende su artículo 1.: «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político». O el artículo 9.2 «Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad e igualdad sean reales y efectivas…» ¿Cuánto han aumentado las desigualdades las políticas del PP y de Ciudadanos? ¿Tales políticas han sido constitucionales? ¿Solo es constitucional el artículo 2º de la indisoluble unidad de España?. H *Profesor de instituto