Decía Américo Castro que la cultura española y nuestra historia no podían ser comprendidas sin contar con las aportaciones árabe, judía y cristiana, integradas ambas en el factor hispano. Durante la Edad Media en Híjar convivieron las tres. Esto se plasmó en tres barrios: la Villa (cristiano), la Parroquia (morisco) y San Antón (judío).

Según José Ramón Villanueva, la judería en 1481 contaba con unas 32 familias, entre 125 y 150 personas. Había una sinagoga espectacular, que tras su expulsión en 1492 fue la Iglesia-Ermita de San Antón. La mejor sinagoga judía conservada hoy en Aragón y según Vivian B. Mann, responsable del Jewish Museum de New York, una de las cinco mejores que perduran en España. En ella se están realizando excavaciones, que pueden suponer grandes descubrimientos de la arquitectura religiosa judía. Además, la comunidad hebrea hijarana es conocida mundialmente por su imprenta, una de las primeras de la península, la cual tuvo su apogeo entre 1485-1490. Bajo el mecenazgo del duque Juan Fernández de Híjar y Cabrera, trabajó el impresor judío Eliezer ben Alantansi, el cual publicó una magnífica edición del Pentateuco entre 1487-1488, además de otras obras como un comentario de Rashi, un Tárgum (traducción de la Torah al arameo), o el Tur Yoré De’ah (Tratado de enseñar a saber) de Jacob ben Aser. Tales ejemplares tuvieron una gran difusión y hoy están dispersos por las mejores bibliotecas del mundo, como es el caso de The Library of the Jewish Theological Seminary de New York o la Biblioteca Nacional de Madrid, donde el único incunable hispanohebreo de sus fondos es una edición del Pentateuco impreso en Híjar.

En 1610 vino la expulsión de los moriscos (mudéjares bautizados) de Aragón, que afectó a Híjar. En torno a 60.818 salieron: por el puerto de los Alfaques (38.286), por Roncesvalles (9.962) y por el Somport (12.570). Supuso entre un 15% y un 20% de la población aragonesa, según el profesor Gregorio Colás. En algunas zonas fue un cataclismo demográfico. El pueblo de Vinaceite en la Comarca del Bajo Martín quedó totalmente despoblado. Ha sido, proporcionalmente, el mayor exilio de la Historia de Aragón, que habría que tener en cuenta para explicar nuestra escasez de población. Estos aragoneses expulsados por motivos religiosos nos dejaron el arte mudéjar, el estilo más genuino de nuestro pasado artístico y declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Son las torres de Teruel, de la Magdalena y San Pablo en Zaragoza, de Utebo y de Pinseque, o las iglesias de Tobed, Cervera de la Cañada o Torralba de Ribota... Según el catedrático y gran experto en arte mudéjar, Gonzalo Borras, «Los cristianos se quedaron fascinados de los monumentos andalusíes. «Contrataban a mudéjares como maestros de obra». «En la «Reconquista» los cristianos se llevaban a los reinos del norte el arte andalusí, como si fuesen trofeos de guerra». Borras define como mudéjar: «Fueron aquellos moros a los que se les autorizó a quedarse tras la reconquista. Lo hicieron conservando la lengua árabe, la religión musulmana y la cultura islámica». «Los mudéjares ofrecieron un sistema alternativo al modelo artístico europeo, entonces con serios problemas al escasear la mano de obra francesa. Por ello, para las iglesias se les eligió como maestros de obra, que se basaban en un arte con pervivencia de las características del andalusí, pero bajo el dominio político cristiano. La principal característica del mudéjar es la decoración. «Sobre cualquier material; ya sea ladrillo, yeso, madera o hierro; y a cualquier escala, predomina la decoración».

La población expulsada judía y morisca, a pesar de haber estado durante siglos en nuestra tierra y habiendo hecho grandes aportaciones a nuestro legado histórico, nunca han merecido el nombre de aragoneses ni de españoles. No obstante, los descendientes de los judíos, sefardíes, pueden solicitar la nacionalidad española por La Ley de nacionalidad española para los sefardíes aprobada por el Congreso de los Diputados del 11 de junio de 2015. Mas, lo cierto es que ni judíos ni moriscos son españoles en el sentir de la sociedad española. Hacia ellos persisten visiones muy negativas impuestas desde la religión católica. Hasta la década de los 60, había parroquias que organizaban festejos para «matar judíos» en Semana Santa. En algunos lugares, la gente todavía bebe un cóctel de vino y fruta llamado limonada al grito de las armas «Limonada que trasiego, judío que pulverizo». Hay muchos prejuicios antijudíos: mentirosos, tacaños y mezquinos. En el Diccionario de la RAE el término despectivo de «Judiada». Mucho más animadas son las fiestas xenófobas y racistas de «moros y cristianos». La tradición fue inventada en el siglo XIX, al mismo tiempo que la palabra y el mito de «reconquista», para conmemorar supuestas batallas locales del siglo XIII; se intensificó en la década dictatorial de 1940 y ha aumentado en el siglo XXI. Las batallas no hará falta decir quién las gana. Tradicionalmente, en algunas ciudades la fiesta terminaba con la explosión de un títere llamado La Mahoma por petardos desde dentro de la cabeza. Fiestas calificadas como patrimonio cultural español.

Dice bien Américo Castro: «Los españoles no sabemos en realidad quiénes somos, pues ignoramos quiénes fuimos».

*Profesor de instituto