El profesor Miquel Berga ha publicado recientemente Cuando la historia te quema las manos (Tusquets), que habla de las polémicas de los mejores escritores británicos del siglo XX y de sus diferencias en torno a la política, la guerra y el papel de la literatura.

Orwell vino a España para combatir el fascismo y luchó en el frente de Aragón. Su libro Homenaje a Cataluña es uno de los testimonios más conocidos de la contienda. Su paso por España cambió su forma de ver la política: aquí tuvo experiencia directa de los dos totalitarismos y, como dice Robert Colls, conoció la sangre y el miedo, y a veces la sangre y el miedo eran las suyas.

El poeta W. H. Auden, que quería venir como ambulanciero, tuvo un paso más breve. Escribió un poema célebre, «Spain, 1937». Auden se pasó la vida arrepintiéndose de algunos de sus poemas más famosos y rehaciendo sus versos más recordados. A Orwell le molestaba particularmente el que decía que había que asumir al culpa en el «asesinato necesario». Para él -que fue herido por una bala franquista y que evitó por poco que lo asesinaran los comunistas después- era por una parte frívolo: «La clase de amoralidad que esgrime Auden solo es posible cuando uno pertenece a ese tipo de personas que siempre está en otra parte cuando se aprieta el gatillo». También leía una asunción del determinismo histórico marxista que le parecía una forma eufónica de aprobar los métodos represivos soviéticos. El libro continúa con otras desavenencias, como el año crucial de 1939, y sus diferentes posiciones justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Tras unos meses cercano al pacifismo, Orwell apoyó el esfuerzo bélico británico. Auden se fue a Estados Unidos. Su visión de la literatura cambió, se hizo menos política y más personal. También irónica, algo cristiana, fue un gran poeta del amor y los afectos.

El libro contrasta la visión del amor de los dos autores, y merecería la pena aunque solo fuera por volver a leer «The more loving one». Una de las cosas más curiosas es que Orwell y Auden estuvieron casi a la vez a muy pocos kilómetros de distancia. Orwell estuvo en Tierz y en Monte Oscuro (como ha contado Miguel Mena). En un diario de 1939 Auden escribía de algo que le había pasado a muy pocos kilómetros, en Sariñena, cuando pensaba alistarse. Allí había perdido un sentimiento que «durante los últimos cuatro años llevaba dentro de mí, una parte de mí tenía la voluntad de moral. En aquel pueblecito aragonés una voz interior me dijo ‘No’. Aquella tarde en Sarinyena (sic) me di cuenta de que otra parte de mí quería desesperadamente seguir viviendo».