La cuenta en Twitter de la dirección general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI celebraba este fin de semana la campaña de Correos en apoyo a la visibilidad gay. «Quien me conozca un poco, recordará que soy hija del cuerpo, del cuerpo de funcionarios de Correos», contaba la responsable de la institución. Estaba fuera de lugar. Boti García Rodrigo, que tiene una larga y valiosa trayectoria en defensa de los derechos LGTBI, podría haber contado eso en su cuenta personal. Y la dirección general podría haber apoyado con un tono institucional la campaña.

Por desgracia, utilizar las cuentas institucionales de manera particular -una privatización de lo público- se ha vuelto una costumbre. La sentimentalización camufla y blinda el interés de partido. Quien cuestione el tono con que se anuncia una campaña, no digamos la campaña, puede convertirse en un enemigo de la causa justa.

Salvo algunos casos, que decía aquel. Las cuestiones de género y diversidad preocupan al Gobierno y a la sociedad española. Se sancionan comportamientos machistas, se visibilizan desigualdades y se intenta mostrar que cosas que se perciben como naturales o neutrales tienen causas y consecuencias relacionadas con el género. Estudiamos desde ese punto de vista a figuras del pasado, reevaluamos a unos o condenamos a otros, revisamos nuestros comportamientos. A veces el examen es severo. Otras parece que nada te puede afectar. El vicepresidente segundo y adalid del feminismo -hasta su partido se pasó a un nombre en femenino- ha realizado numerosas demostraciones de machismo. La relevancia de sus parejas en las organizaciones que dirige no implica cuestionar su competencia, pero indica personalismo y es poco elegante. Puso su propia cara en los carteles del 8-M: ¿qué menos? La académica que encontró el espacio electoral de Podemos fue orillada por crítica. Quizá el episodio más turbio es que Iglesias conservara durante varios meses una tarjeta informática con imágenes íntimas de una subordinada que le entregó un editor de una revista. Ha habido cosas inquietantes: que ella, tras declarar que Iglesias le había dado una tarjeta dañada, se desdijera; que el juez le diera estatuto de víctima por posible indefensión ante su jefe (los dos además comparten abogado). La subordinada, Dina Bousselham, ya no está en el partido. Dirige una web que emite propaganda de UP. Hace unos días el medio publicaba un artículo contra Torrente, de Santiago Segura, porque el protagonista es soez y machista. Sin duda, es inaceptable que un personaje de ficción cometa en una sátira actos que solo deberían estar al alcance de un dirigente político.H @gascondaniel