Los premios se reciben. Las recompensas se ganan. Los premios tienen un componente pasivo. A veces inesperado, o consecuencia de la fortuna. Normalmente se otorgan, por una persona o grupo cualificado, que elige, entre otros nominados, para decidir la distinción. En cambio, las recompensas funcionan como incentivos que impulsan comportamientos. Lo que lleva a una mayor implicación personal. Al contrario, los premios, si no se consiguen, producen menos frustración. Porque no se pueden controlar. Dependemos de otros para ser merecedores del galardón. Pero si no accedemos a la recompensa, el fracaso es nuestro. Bien lo saben quienes dependen en su trabajo de un salario «por objetivos». Un sistema, con ventajas a favor de la implicación de los trabajadores en las metas de la empresa. Y con problemas en el traslado, a los propios empleados, de una pugna mutua entre, y contra, compañeros por pillar el bocado más grande del incentivo, si es común, o ponerse la medalla del empleado del mes.

La negociación política se está enfocando, por los partidos, como la búsqueda de un trofeo otorgado por el electorado, y no como una recompensa cuyo incentivo es el gobierno. Para llegar a un acuerdo de gestión, sea de coalición, cooperación o copensionista, es imprescindible que los incentivos sean acordes con los objetivos. Algo que, por ejemplo, no ha ocurrido en La Rioja. Allí una diputada, hija de Podemos, tras romper su coalición con IU nada más celebrarse las elecciones, ha bloqueado la elección de un gobierno progresista. Eso sí. Lo ha hecho bien. Nada de amenazar con el voto pequeño, en plan izquierda acomplejada. Eso es para el triunvirato de Colón, donde la derecha los cría y Vox los junta. Pero, al final, manda el que debe. Nadie mejor que la izquierda para cobrarse facturas políticas, pendientes y futuras. Por si acaso. El Gobierno riojano se ha convertido en un caramelo logroñés, de poco café y muy mala leche, que sigue adherido a la dentadura de la izquierda, con serio riesgo de caries. Con Rivera no, pero como Rioja tampoco. Mal ejemplo para avanzar en el Gobierno de España. Pablo Iglesias vuelve a utilizar el auto referéndum como arma política de deconstrucción masiva. Ya que lo mismo le sirve para que le respalden en la compra de su chalé, que para pillar una habitación, con derecho a cocina, en la Moncloa. No parece lógico que se haya olvidado de poner, entre las opciones de la consulta, la oferta del presidente, para conformar un gobierno de coalición, con ministros de Podemos, de perfil técnico.

Sería bueno que, en este momento de la negociación, se depusieran las armas, y los cafés, para tomar unas tilas. Si el módulo orbital de la izquierda debe posarse en la luna del gobierno, lo mejor es calma, precisión y coordinación. Ahora que cumplimos 50 años de nuestra llegada al satélite, este encuentro no debería ser más complicado. Esperemos que no se aborte y no necesitemos repetir el lanzamiento, ya que un nuevo despegue tiene riesgos de no acertar con el objetivo. Cuidado, estamos en la XIII legislatura y sabemos que, en esa misma misión del Apolo, tuvieron un problema. La discusión no es si Pedro Armstrong o Pablo Aldrin deben ser los primeros en pisar la superficie. Primero hay que explicar a Iglesias que los alunizajes no consisten en lanzar un vehículo político, a toda velocidad, contra la cristalera del Consejo de Ministros y Ministras. Si tras arrancar a Sánchez el compromiso de formalizar una coalición, Iglesias le da más importancia a la necesidad personal de ser él el premiado, en lugar de recompensar a Podemos con un logro político de primera magnitud, estará confundiendo un alunizaje con «alucinaje». Estaría bien saber, antes, qué piensan hacer juntos, PSOE y Unidas Podemos, en esta nueva aventura. Ese acuerdo significaría un pequeño paso para cada partido, pero un gran salto para la humanidad de la izquierda.

En Aragón ya hay fecha de investidura. Esperemos que el virus del bloqueo morado no cruce el Mojón de los Tres Reyes, desde la comunidad vecina. El diálogo parece que avanza. A menos noticias, mejores sensaciones. Veremos. Por último quiero expresar mi irrefrenable apoyo a la Guardia Civil de Canfranc. Ante la pasividad de José Luis Soro, consejero en funciones, que no hizo nada por impedirlo, el grupo Adebán tocó una jota. Pero no una jota cualquiera. Interpretó una jota ¡castellana! En plena reivindicación aragonesa por la reapertura del ferrocarril transfronterizo. ¡Hasta aquí podíamos llegar! Den gracias que no estaba por allí Arturo Aliaga para impedirlo. Que me imagino a don Arturo, con su tricornio de cotillón, su cachirulo y su guitarra, poniendo en pie, con su voz, hasta la vencida puerta del Pilar. Por favor, señores músicos identificados, tenemos argumentos y canciones propias para criticar la monarquía y lo que haga falta. Les doy una idea, en forma de jota autóctona: La virgen del Pilar dice/ que no quiere a la realeza/ que prefiere la sencillez/ de la gente aragonesa. En fin, me voy a entregar al cuartelillo. Si no me leen los próximos días, ya saben por qué ha sido. <b>*Psicólogo y escritor

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