La Navidad ya es una fiesta plenamente pagana. Y Dios no representa ningún altar en la mayoría social de un país tan diverso como plural que sólo cree fervientemente en el consumo excesivo.

Entre tanto celebramos un tiempo navideño donde la Natividad no resulta ser la inercia de nuestras vidas. Ni nuestras residencias se engalanan del espíritu primigenio que le da sentido. La tradición nos invade pero no nos contagia.

Somos tan paganos los españoles de ahora como la pira que erradicó lo que escapó de la sinrazón católica del pasado. Sucede lo mismo con el reinado de Felipe VI . La monarquía parlamentaria de España ejercida por Felipe VI resulta ser la más fiel representación de la mejor república.

Lo que en el pasado sería un acto de traición al pilar básico de una patria basada en el poder real que emana de Dios, es en estos tiempos el mejor equilibrio de lo que debiera ser una república sujeta a la democracia. Que no una republiqueta añorada por tantos.

Ni la Natividad basa nuestras celebraciones navideñas, ni el rey Felipe VI es capaz de infundir la confianza en una institución que genera perplejidad por las sombras del reinado de su padre.

La crisis abierta en la monarquía no puede descifrarse en dos frases huecas de Felipe VI, o trufadas de lo políticamente correcto, expresadas en la retórica política más cansina. Y aún menos ayudan los que se dejan guiar por el sesgo cognitivo de sus principios conservadores, que siempre aplaudirán al Rey.

Pero los hechos son contundentes. Juan Carlos I dirigía cada Nochebuena mensajes para inspirar ejemplaridad durante 39 años cuando ya se conoce en los últimos años que durante su reinado defraudó dinero a los españoles, que tiene cuentas ocultas en el extranjero y que usó con asiduidad tarjetas opacas.

De los sermones repletos de conductas morales por parte de Juan Carlos I a un discurso insulso de Felipe VI sin apelar a la renovación monárquica que tanto alude, pero que no ejerce. Tan solo se aferra a la institucionalidad de una monarquía que se refuerza por la pobre oposición de una potencial república de chiste. Entre Rufián , Echenique o Urkullu.

La operación a la que se ha sometido al Rey por parte de la media naranja del Gobierno de España, y de sus socios parlamentarios, ha sido tan burda que ha reforzado el papel de una monarquía con poca garantía de credibilidad. Es el otro paganismo de nuestros tiempos: que una izquierda tan endeble sea la mayor garantía de estabilidad de la monarquía.