Hablamos fatal. Seguramente, porque leemos poco y escribimos menos. Esta semana (ha muerto Lázaro Carreter) podría ser la del comienzo de una especie de utópico compromiso nacional por mejorar el habla. Suena rancio, pero nos hace falta un urgente cambio de actitud con respecto a las palabras. Porque, aunque la lengua esté viva y sea potestad de los pueblos evolucionarla, no podemos inventar significados sin sentido que empobrecen el idioma; porque, aunque nuevos usos y costumbres crean nuevos conceptos, no podemos anular cientos de páginas del diccionario para referirnos a todo con dos palabras y una imprecación; porque, es incultura y elogio de la burrez, usar varios cos, cosas y pilotar en cada frase; porque, periodistas (¡ay la prensa deportiva!) y políticos, crean escuela y demuestran su pobreza mental cada vez que patean el idioma y aportan un nuevo dardo en la palabra; y porque, quizá así leamos más y escuchemos mejor. La cultura es un instrumento de evolución de la sociedad y el termómetro que la mide. Las palabras reflejan conceptos, sensibilidades y estructuras mentales. Y si pensamos y evolucionamos como hablamos, es que, a veces, ni pensamos ni evolucionamos. *Periodista