Ya estamos en campaña electoral y en esta ocasión tengo la seguridad de que será la que dará inicio a una legislatura normal: con un gobierno dispuesto a trabajar para hacer próspero nuestro país, y no he puesto España con toda la intención, pues es curioso que da la sensación de que de no hacerlo, pudieras referirte a otro distinto y fíjense, que desde el Cantábrico y los Pirineos hasta el estrecho de Gibraltar y desde Portugal al Mediterráneo no hay otro, ¿cuál iba a ser si no?

Bien, pues en esta campaña, que tiene la peculiaridad de su duración: 8 días, deberemos dar la oportunidad a los partidos políticos concurrentes a ella de explicarnos qué modelo de sociedad nos proponen, para que nosotros, los ciudadanos votantes, podamos elegir con conocimiento; dicho de otra forma: no deseamos que unos nos indiquen lo malos y feos que son los otros, porque es como si nos dijesen que no tenemos capacidad ni conocimiento para describir por nosotros mismos quienes nos gustan y quienes no. Queremos, insisto, que nos muestren su modelo de sociedad, para de esa manera ver lo que más encaja con nuestra forma de entender la vida y así decidir a quien nos interesa votar. Señores políticos: juego limpio y a su trabajo.

Pero verán, como este país tiene toda una serie de dificultades, me gustaría poder darles a ustedes mi visión de cómo el futuro Parlamento y Gobierno deberían trabajar para dar solución a los mismos, teniendo en cuenta que es mi propuesta y por ello puede, o no, estar acertada.

Parece que el problema principal que tenemos, o al menos el más alterado, se llama Cataluña, porque hay catalanes que consideran que fuera de España se viviría mejor, y otros paisanos que opinan lo contrario, y con esta brevedad la cuestión se resume en: dentro o fuera, por tanto España, ahora si lo digo, debería aportar la solución al dilema. Reflexionando sobre ello he concluido que este es un obstáculo que tenemos todos y que mostramos de diferentes maneras, me explico: el 6 de diciembre de 1978, los españoles aprobamos una Constitución, que no es otra cosa que el sistema por el cual debemos tener una convivencia normal, ¡fíjense qué fácil! Según la RAE convivir: «es vivir en compañía de otros», no dice que es vivir unos contra otros.

¿Qué sucede con el tiempo?, que las personas evolucionamos, porque el cambio es una constante, por fortuna, y nuestra pobre y magnífica Constitución que nos ha dado 40 años de paz y progreso, esto si que no es discutible y además debemos admitirlo, no estamos hoy aquí por milagro.

Por tanto, deberíamos ponernos el reto de revisar y reformar nuestra Constitución, y a mi modo de ver voy a hacer un repaso general sobre qué partes de la misma se deberían estudiar: El Título preliminar, decidir de una vez por todas si queremos monarquía o república, yo soy republicano, pero admito que esta monarquía no forma parte de mis problemas y si nos decantamos por la República, hay que cambiar el «Título II. De la Corona».

El «Título III De las Cámaras» es obligado que, de una vez por todas, se modifique y se le dé el papel que debe tener el Senado: ejercer la misma función de Cámara de representación territorial; esto se une con la modificación del «Título VIII. De la Organización Territorial del Estado» en su «Capítulo Tercero. De las Comunidades Autónomas», tenemos una organización de las Comunidades Autónomas con un desarrollo de autogobierno, con unas competencias transferidas que países federales como Alemania, no las tienen. Por tanto, avancemos, hagamos que este país tenga su verdadera fórmula territorial, es decir, que sea una España federal, en particular ello determinará como cada una de las federaciones participa en lo que debería ser, corresponsabilidad fiscal, de esta forma evitaríamos cosas como el ya falso y pesado dicho: «España nos roba» de los independentistas, o ¿es que Euskadi lo dice? Por supuesto que no; además estoy convencido de que un alto porcentaje de los que hoy se llaman independentistas, quedarían conformes con esta solución y el problema dejaría de serlo, excepto para los Torras y Puigdemones que acabarían llorando en un rincón.

Por último se debería reformar el «Título IX. Del Tribunal Constitucional», creo que este tribunal, aunque no lo es de justicia, debería ser una Sala del Tribunal Supremo, de esa forma los magistrados lo serían hasta su jubilación y evitaríamos el problema político de elegir a los miembros del órgano y por derivación nadie, o casi nadie, podría poner en duda la independencia de estos magistrados. En fin, creo que dedicar una legislatura a este cometido sería un paso muy importante para que las generaciones de ahora se sintiesen mejor representadas, que los territorios no mirasen de reojo a sus vecinos y colaborasen entre ellos y que adecuemos el país de acuerdo con los avances que la actual Constitución nos permite hacer.

Para todo esto, el primer paso es que el día 10 vayamos a votar y que nadie decida por nosotros, porque luego no podremos lamentarnos, los culpables seremos solo nosotros. Espero y deseo ver las urnas explotando de papeletas.

*Presidente de Aragonex