La pre-campaña terminó ayer, pero no sin fuego graneado, sin fuego cruzado.

El último arcabuzazo, antes de la noche de pegada de carteles (y de las primeras bofetadas oratorias con carácter oficial), correspondió a un joven y prometedor político, Roberto Bermúdez de Castro, del Partido Popular, sección Huesca. Quien, en el calor de una rueda de prensa, y acaso en exceso presionado por los malos resultados que le aventuran las encuestas, la emprendió a palos con el Partido Aragonés (su antiguo socio) de una manera, digamos, tumultuosa: "El PAR sólo busca el beneficio del bolsillo de Biel, y el reparto de cargos, pero como aquí, en esta campaña, no hay cargos que repartir, el PAR no hará campaña en Huesca".

Con este tipo de declaraciones, el PP se aleja un poco más del centro político, y de los brazos del PAR. Craso error, pues su única esperanza de volver a gobernar en las instituciones aragonesas pasa, indefectiblemente, por una alianza con los nacionalistas moderados. Para ello, el PP está en la obligación estratégica de tender puentes, pero, en esa línea, mentar la bolsa del arconte del PAR no parece el sistema más adecuado, si no es para dinamitarlos definitivamente. Debería aprender Bermúdez de Castro de sus colegas del PP de Cataluña, que supieron pactar incluso con la Esquerra de Carod-Robira el gobierno de hasta cinco Ayuntamientos de esa comunidad. Sólo el escándalo de los contactos etarras les ha hecho enmendarse la plana, debiendo imponer la disciplina interna Josep Piqué a varios de sus ediles dispuestos a continuar coaligados con Esquerra.

El joven Bermúdez, que por otra parte suele mostrarse bastante moderado, ha patinado en el hielo de la pre-campaña debido, pienso, a la fogosidad de su juventud y a la presión de las encuestas. Que le dan, por unanimidad, un balance negativo. Pues el Partido Popular oscense, que ha iniciado una clara tendencia a la baja, va a perder en esa provincia, con toda probabilidad, un diputado y dos senadores.

En las elecciones generales del año 2000, los populares alcanzaron su última victoria en el feudo de Marcelino Iglesias y de Fernando Elboj. Obtuvieron entonces, con Luis Acín de cabecera de lista, un 45% de los votos, alrededor de 56.000 sufragios, mientras el PSOE de Joaquín Almunia y Morlán debía conformarse con un 37%, y 46.000 apoyos.

Las tornas cambiaron en las últimas municipales y autonómicas de mayo del 2003, en las que el PP sufrió una severa derrota. Los socialistas supieron dar la vuelta a la tortilla electoral, obteniendo 53.000 votos, mientras los populares debían conformarse con unos raquíticos 37.000 papeletas. Ese pésimo resultado, que condenaba a los conservadores altoaragoneses al papel de convidados de piedra en la oposición, disparó las alarmas y crispó los nervios en la sede conservadora.

A Mariano Rajoy, la expectativa de perder tres escaños en Huesca no puede, evidentemente, satisfacerle. Sobre todo porque, al sumarlos el partido rival, reduce en el doble de unidades la actual distancia frente a las mayorías absolutas. Supongo que, por eso, la campaña de sus muchachos será particularmente agresiva.

Contra el PSOE y contra el PAR.

*Escritor y periodista