Nada tan cerca de la guerra como el desprecio. No se puede edificar la paz sobre el miedo. Hablar con el enemigo, si lo tienes, es un obligación moral. Pero sobre todo, es una necesidad para salvar la vida y vivir en paz. La historia de violencia, terror y suicidios del mundo es la más clara prueba de ello. Primero porque hablar y escuchar es el único camino para la convivencia, y segundo porque mientras hablas y te escuchas no te matas. Una tarea que no sólo concierne a los gobiernos y los estados, sino que implica a todos. A veces, los líderes son un pedrusco insalvable en el camino de la paz en lugar de un puente hacia la convivencia. Siento duelo por la muerte de Arafat y deseo que se larguen Sharon y compañía. Uno ha sido la llave de las únicas negociaciones posibles, pese a las interesadas mentiras financiadas con los dólares de siempre. Otros, son la ultraderecha mundial que no se avergüenza de utilizar miserablemente su propio dolor pasado para masacrar a los vecinos a los que ha invadido. También con los dólares de siempre. Palestina escogerá otro presidente, pero el Estado de Israel, que se cree elegido de su dios, no moverá un milímetro sus posiciones. Paz para Palestina.

*Periodista