Los datos del paro del pasado año han dado un respiro, dicen. Y es verdad, pero en estos tiempos de mentiras verdaderas que se reduzca la cifra de desempleados en 69.100 personas no compensa que se destruyan casi 200.000 puestos de trabajo en el mismo periodo. Del comienzo de la crisis ya hace seis años, desde entonces se ha pasado de los casi 20 millones de personas ocupadas a los 16,7 actuales. Y tan grave o más que la numerología de los que no tienen trabajo (5,9 millones) son las condiciones laborales y salariales de muchos de los que lo tienen, con una media en los nuevos contratos de 40 días y unas nóminas que ni permiten llegar a fin de mes ni contribuir a engrosar con sustancia la hucha del Seguro. El Gobierno de aquí no se hace eco, pero los informes internacionales ya aclaran que, en España, trabajar no exime de la pobreza.

Seis años de travesía y quedan --como poco--. otros diez para "arreglar la crisis española", en palabras de Olli Rehn, responsable de Asuntos Económicos de la Comisión Europea y rey de los ajustes. El presente es muy duro para los que están en edad de trabajar, pero el futuro inmediato y a medio plazo de los que se jubilen puede ser demoledor, porque llegará un momento que las aportaciones a la Seguridad Social de estos años pasados y los que vienen habrán sido misérrimas. Se está machacando una generación de trabajadores y colocando la simiente para arruinar a otra con las pensiones. ¿Y hay que alegrarse porque baje un pelín el paro? Periodista