Me sigue sorprendiendo la capacidad de algunos políticos para crear problemas de la pura nada. Y hoy, que abundan los espontáneos dispuestos a resolver nuestros males, aumenta la urgencia de generar conflictos, tal vez, porque sienten que no hay espacio para tantos.

Si ni en Murcia ni en Almería se ha interpuesto denuncia alguna sobre asuntos de libertad educativa, no sé qué pinta ahora ese pin, o ese veto parental, precisamente por quienes siempre se han opuesto a que los progenitores, bajo la forma de las AMPA, interfieran en los contenidos formativos. Alegan que padres y madres tienen derecho a decidir no solo el centro hospitalario o escolar, sino también los procedimientos. Y saben que no es así, que tuvieron que morir menores para legislarse que un tutor jamás puede ir en contra de las decisiones que un facultativo tome sobre la salud del niño.

Algunos ven la escuela el lugar propicio para el adoctrinamiento. No digo que una mente perversa no quiera usarla de tal modo, pero eso es infravalorar la capacidad del niño y el potencial educador de la familia. Dada mi edad, he sobrevivido a asignaturas como FEN (Formación en el Espíritu Nacional) y, en mi época, a la catequesis se le llamaba «la doctrina». Era vital a los seis años saberse la doctrina, aunque no la entendieras. Yo la recitaba como un loro, no sabía lo que eran los actos impuros ni las pompas de Satán. Fueran lo que fueran, no han contribuido a mi currículo.

Como alumno y como padre he conocido a todo tipo de maestros, buenos y menos buenos, pero jamás se me ha ocurrido sospechar en ellos falta de profesionalidad o intenciones malévolas.

Dialogar sobre valores es hoy tan importante como aprender Ciencias y Matemáticas. No vale alegar que una familia no cree en Darwin o en Pitágoras, porque una cosa son las creencias y otra, las materias. Es imprescindible que las familias estemos en alerta, claro, ante la accesibilidad de muchos contenidos desde móviles y ordenadores. Antes que aspirar a que nuestros hijos e hijas sean ingenieras, artesanos o albañiles, debiéramos preocuparnos de que no sean violadores, agresores, corruptos o injustos.

Creo que a los profetas les importa un pimiento el pin, el pon y la libertad en general. Necesitan temas con los que rellenar su vacío, no ya ideológico, sino moral.

*Profesor