Hablar de la calidad democrática de un país no solo remite al correcto funcionamiento de las diferentes instituciones que lo forman. O que la ciudadanía participe en mayor o menor medida en convocatorias electorales exentas de toda sospecha y se admitan los resultados. Sobre todo, es la clase de mensajes y comportamientos de los representantes públicos los que deben retroalimentar y afianzar la responsabilidad que sobre ellos pesa. Pero no es eso lo que se percibe en los sucesivos barómetros del CIS donde los encuestados destacan como segundo problema la clase política. Su comparación con los que hicieron posible la Transición y aquellos pactos entre diferentes o adversarios enconados, además de ayudar a reivindicar y mitificar (a veces en exceso) aquella lejana época, resulta demoledora.

Los productos de la cantera en las formaciones políticas españolas son personas de nula experiencia laboral en el mundo real, figuras prefabricadas en el seno orgánico cuyo ascenso en el escalafón se debe a su capacidad de medrar, al empuje de sus padrinos o madrinas o a saber esperar la oportunidad propicia. No han hecho carrera en ningún campo específico y sin embargo sirven para cualquier cargo, y el único lenguaje que saben conjugar no es el del rigor en las exposiciones sino el del argumentario inculcado, aunque no todos con igual solvencia. La Transición necesitó de protagonistas de trayectoria acreditada que luego tenían dónde retornar, no necesitaban de puertas giratorias para su recolocación.

Un paso más allá de las canteras, se ha puesto de moda la política de fichajes. Es el caso de Ciudadanos, que pesca en aguas ajenas ya sin rubor. Por ejemplo, el exsocialista Celestino Corbacho irá de número 3 por Barcelona junto a Manuel Valls, aquel que hundió el socialismo francés. Otro ex del PSOE, Joan Mesquida, será cabeza de lista por Baleares. De más campanillas, no por el nombre sino por el hecho, es el cambio de equipo de Silvia Clemente, expresidenta de Castilla y León por el PP que se postula para el mismo cargo pero con la camiseta de los naranjas, y que ha anunciado que su campaña de primarias se hará sin periodistas para evitar ataques. En su currículo, por cierto, está señalada en el caso Gürtel por la UDEF, así que es lógico preguntarse qué habrá sido de aquel Rivera que renegaba de los transfugismos y hablaba de transversalidad y transparencia.

¿Calidad democrática? Seguimos bajando el nivel. H *Periodista